14 de agosto de 2009

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Recuerdo el cuento en el libro de lecturas de segundo de primaria; más en estos días de inagotable dolor intestinal. Trataba de unas amibas, o algo así, que vivían dentro de un niño y se preguntaban qué había más allá del universo.

Matrushkas, que les llaman. Parecen de chocolate.

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Now playing: Natalia Lafourcade - Azul
via FoxyTunes

5 de agosto de 2009

¡Cerveza prehistórica!

Leo por acá que en el norte de California un científico loco y un chairo del chupe producen cerveza fermentada con levadura extraíada, a la Jurassic Park, de ámbar de 45 millones de años. Muero por una.

Nada me hace más feliz que los objetos simples, inútiles y curiosos. Soy orgulloso poseedor de una geoda, un cactus huichol con coloritos viajosos, un insecto de cuerda que saca chispas cuando camina y puede subir y bajar obstáculos, una fascinante lámpara de lava, un ídolo maorí que presidió la matanza de moas en Aotearoa, un libro antiguo llamado "Methods for weed control" que transformaré en stash secreto cuando tenga tiempo, un calcetín verde para guardar el ipod, guías turísticas de lugares a los que todavía no voy (se leen mejor que la literatura de viajes; de niño mi abuelo me regalaba las revistas de Mexicana, los VTP traían fotos de lugares alucinantes - que, por cierto, acabé por conocer. Por eso a ratos la vida me parece tan aburrida), un inerte cuarzo, una caja de aretes donde creció una amatista, un diente de tiburón, (posiblemente extraído del brazo de un explorador submarino), dos amonitas con certificado de autenticidad, muchos euros diferentes, una playera que no me queda de "San Cauhtemoc Blanco, de jugadas divinas, llévanos al mundial, con una cuauhtemiña", y tantos mapas, guías, boletos de metro, tarjetas telefónicas, basura y legos que se pudrirán antes de que me tome el tiempo de clasificarlos.

Si viviera en el siglo XIX y pudiera escoger dónde y cómo nacer, elegiría ser monarca déspota de algún país asiático - tráiganme a esa jovencita y córtenle la cabeza a ese tipo, por feo. Y de cenar quiero pizza. Y si no saben qué es eso y no la consiguen, sus esposas perderán la cabeza. Pero si esa posición ya estuviera tomada, me conformaría con ser explorador inglés, de esos que hábilmente cambiaban armas y opio por esculturas de oro antiquísimas, piezas del partenón, esculturas milenarias y control irrestricto sobre los nativos ignorantes.

Hablando un poco en serio, creo (nótese el creo antes de que lleguen a reclamar mi desconocimiento de la obra de, omm, Bulmaro Reyes Coria, expertísimo en viajeros ingleses) que son esos turistas gandallas los que inventaron el aprecio por las culturas extranjeras. Cien años después, países de todo el mundo le reclaman al British Museum cosas como "pinches ingleses, devuélvanos las vestimentas ancestrales del Rey Butaramunda III". La respuesta de los ingleses, gandalla pero cierta es: "me las cambiaste por un juego de tenedores y treinta bárriles de pólvora y AHORA RESULTA que siempre no. Si no lo apreciaste cuando lo tenías, ya valiste. JA." (Lo cual tampoco es completamente cierto, los griegos dicen que las piezas del Partenón se las robó Lord No Sé Quién Elgin. El British Museum, con humor de Monty Python, les responde que si se ponen muy técnicos Lord No Sé Quién Elgin sí las sacó de Grecia sin permiso... después de levantarlas del suelo de la Acrópolis, donde llevaban mil años acumulando polvo, musgo y el desdén de los nativos. Así que ni madres, las tuvieron mil años y no las quisieron, y ahora resulta).

En conclusión: necesito una cerveza prehistórica o una vieja. Estoy, por mucho, más cerca de conseguir lo primero que lo segundo; pero no pierdo la esperanza.

La palabra del día: nativo. Combínese con déspota para mayor efecto cómico. Combínese con ignorante o incivilizado para irritar conciencias new age (me han reclamado en repetidas ocasiones usar la figura "en el Starbucks de Tamaulipas," que porque yo voy al Starbucks cada que puedo. Pues, duh, por eso sé de lo que hablo. Y yo nunca dije que fuera consecuente ni que tenga valores hippies ni que me importen los nativos ignorantes e incivilizados).

Me duele la panza, soñé que volaba y que si no escribía un post iban a llover donas con chispitas azules. No fuera a ser la de malas.

Ningún Bulmaro Reyes Coria fue lastimado durante la confección de este post. Después de todo, su versión español-latín de la Retórica de Cicerón es la obra más farolísima de mi biblioteca. Todos deberían tener una para impresionar a sus amiguitos del Starbucks de Tamaulipas.