"¡Euforia post mortem!". Tales fueron las últimas palabras que Konrad Åberg, cantante y tecladista de la banda danesa Om hvordan gritó antes de contener la respiración hasta morir; en un acto de autocontrol inigualado en toda la historia del glam rock escandinavo.
Fue en uno de los tomos de la Naturalis Historia de Plinio donde Konrad halló la combinación de ambos términos, en un pasaje sobre los catoblepas de Numidia. Tal mezcla de conceptos tan disímiles lo obsesionó tanto que el proceso creativo de su música se empañó hasta volverla irreconocible; o al menos eso sostienen los críticos cuando intentan explicar los drásticos cambios reconocibles entre el Belastningen y el I fællesskab (cuarto y quinto discos de la banda, para los neófitos).
La relación de Åberg con Om hvordan fue decayendo cada día más, hasta la tarde de invierno que desapareció tras una discusión con sus compañeros sobre los detalles del que sería su sexto disco. "Simplemente dejamos de comprenderlo. Konrad no dejaba de hablar sobre conciliar la muerte con el éxtasis vital e insistía en incluir en todos los arreglos musicales instrumentos cuyos nombres jamás habíamos escuchado", declaró el bajista de la extinta banda, Lars Nissen, durante una entrevista a Rolling Stone.
"Aquella tarde Konrad abandonó furioso el estudio y azotó la puerta con tanta fuerza que la foto de nuestra primera participación en el Copenhagen mermaid fest cayó al suelo y el vidrio que la protegía se quebró. Ahora que lo pienso, creo que eso fue como una señal de lo que pasaría con la banda", añade Nissen.
Cuatro años después se supo que el vocalista de Om hvordan había viajado por tierra hasta llegar al Tíbet, donde se unió a un monasterio para aprender las enseñanzas del Iluminado. Poco se conoce sobre lo que sucedió en el monasterio, pero un día Konrad apareció en la puerta de Kim Andersen, su antiguo manager, y le pidió una audición. El desorientado representante no reconoció a Konrad bajo la barba y harapos que su nueva fe exigía; hasta que oyó a su gato maullar con alegría (una peculiar coincidencia homérica) y escuchó al vagabundo tocar Læsestof. "Nunca había sentido algo similar en mi vida. Carajo, no pude contener las lágrimas hasta media hora después", comentó años después Andersen a Berlingske Tidende.
Konrad Åberg pidió al extático manager que organizará un nuevo concierto para Om hvordan, una especie de reencuentro. Todo estuvo listo en una semana. Y fue ahí, en un estadio lleno de 20,000 espectadores de todas las edades y al menos cuatro nacionalidades distintas, donde Åberg realizó la hazaña que llevó su nombre al Nirvana del rock.
Hasta el día de hoy nadie comprende plenamente el significado de sus palabras finales. Quizá esa sea la razón por la cual su nombre sea tan poco conocido fuera de Dinamarca, donde incluso se bautizó con su nombre la avenida principal de su natal Ishøj, un honor extraordinario para un músico con menos de 50 años de muerto.
Sin embargo es del otro lado del Mar del Norte, en Suecia, donde un grupo de antiguos fans ha instituido la costumbre (o más apropiadamente, el ritual) de reunirse cada 12 de junio a escuchar todos los discos de Om hvordan y conmemorar lo que puede ser traducido más o menos como "la ascención del maestro rock".
Euforia post mortem. La enigmática frase de Åberg continúa siendo un laberinto indescifrable para la mayoría de nosotros, incapaces de comenzar a imaginar el nivel de sabiduría que alcanzó en el techo del mundo. Como El Buda, esta estrella de rock sólo pudo enseñar con sus acciones.
Una de las últimas fotos de Konrad, tomada horas antes del concierto que lo inmortalizó.
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