La anécdota del día; o de cómo hablar mal de otros para pasar el tiempo es mal karma

Paulina, Carla, Mariana y Luis diseñaban una estrategia en una de las mesas de la cafetería. Patricia, aburrida por no ser parte del equipo, pasaba el rato picando a quien se resistiera menos (Popper, el gato comunitario, ronroneaba en el regazo de Carla; pero eso no es relevante para este relato, sólo es imposible de omitir). La concentración del momento se desplomó cuando en un desplante de ¡me aburren! Paty sacó el celular.

PATY: mira Luis, la imagen que traigo:

LUIS: Oh, amable Patricia, ¿no se trata acaso del adictivo juego incluido en el Sony Ericcson anaranjado? Recuerdo amenas tardes en que me solazaba destripando lombrices. ¿Es que acaso el discreto vendedor de dispositivos móviles de comunicación tuvo a bien incluirlo en vuestro teléfono celular?
PATY: No lo tengo en este teléfono sino en el otro. Si quieres luego te lo paso.
LUIS: Me sería sumamente agradable, fina señorita.

En este momento a Luis Frost le llegó la idea más brillante en lo que iba del día; gritó: ¡NO MAMES Paty, estaría poca madre tener ese juego para la pinche clase aburrida de los martes y viernes a las siete!
Patricia y Mariana cambiaron de semblante en medio segundo. Tiesas, pálidas, serias; sus ojos muy abiertos exclamaron: detrás de ti, güey.
Carajo, pensó Luis.

Y sí. CARAJO.

Con inútil sutileza Luis Frost comprobó que la maestra estaba sentada a sus espaldas. - Piensa, piensa, piensa, ¿qué haría Sun Tzu? - se dijo a sí mismo.

LUIS: Eeeem, sí Paty, o sea, de la clase de siete, la optativa, la de los lunes, esteee, con el profe aquél, ¿no?
Luis añadió para sí: Bien, Sun Tzu apreciaría mi sagacidad, a huevísimo, qué chinos ni qu... PATY: ¿EEH? ¿Cuál clase? ¿Cuál optativa? Si a las siete sólo tienes la clase de los martes y viernes ¿qué no?

Luis fue todo mármol por el resto de la comida. De postre sirvieron niño envuelto.


Próximamente: promedios finales.
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