Im-pro-vi-sa-ción. Es más o menos sencillo, se dice lo que se piensa y se pone en letras y todo es inesperado y novedoso. Es como ver fluir una mente. Las mentes, por cierto, no son como texto sino como hipertexto: ¿lo has pensado? Porque una idea lleva a cientos de ideas distintas, todas conectadas; es posible regresar indefinidamente hacia momentos maravillosamente privados y olvidados.
Recuerdo, por ejemplo, que la primera lámpara que tuve no sirvió para nada. Parpadeaba; en vez de mejorar la lectura la hacía imposible. Los parpadeos, sin embargo, eran poco junto a la luz estroboscópica de los raves en Oaxaca. Grandes raves, en Oaxaca. Se llenaban con gente de todas las escuelas, y por todas las escuelas quiero enumerar a la multitud de tipos raros que hay en Oaxaca (que por eso es, como, bien onda, está en México y todas partes al mismo tiempo): había estudiantes de arte cumpliendo el estereotipo, estudiantes de español hablandou como así de dame drougas amigou, señores pedófilos que le daban alcohol y recetas médicas (era dentista; los valientes aprendieron a sacarle suficientes cervezas gratis, aunque respetando siempre La Regla: no más de tres, jamás) a adolescentes que escucharon demasiadas veces Special K, gente común y corriente parpadeando entre la música. Estabas en una película, a velocidad reducida. La vida a 12 fps. Artificial y bello, como nuestros tiempos.
Las luces también parpadean en la playa. Mientras suena el mar. Eventualmente, todos mis recuerdos acaban en el mar. Tengo más recuerdos felices junto al mar que junto a todas las mujeres que he conocido. Quizá cuando sea más viejo cambie la proporción, pero por lo pronto pienso en olas y se me va.
Recuerdo, con muchísimo esfuerzo, la primera vez que fui al mar. Había playas, sándwiches de jamón con mostaza y mayonesa; extraños. Había un río con ajolotes. Alguna otra ocasión, en algún lugar de Oaxaca donde se cultivan mangos, hay un río igual. Cientos de ajolotes escurriéndose entre mis pies. Enterré a algunos en la arena, porque los niños son crueles con la naturaleza. Por eso crecen para convertirse en hippies abraza árboles que van al Starbucks de Tamaulipas. (Al que, oh pinche ironía de la vida, ahora voy todo el tiempo. Envídienme, necesito atención).
Pero los ajolotes en la arena. Muriendo lentamente mientras los miro con la curiosidad insensible de un científico taxidermista. Me siento mal porque creo que me sentía bien. Remordimiento. Todo da vueltas sobre el remordimiento. En este momento las memorias se vuelven tan personales que hay que terminarse otra cerveza. Repita hasta el cansancio, asómese al fondo de adentro. Improvise con pasión. Rinse, repeat, y así.
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Esta, por cierto, es la canción que sonó "mi primera vez". Me pone sentimental como colegiala del San Felipe, tú: VNV Nation - Dark Angel (Gabriel)
via FoxyTunes
Recuerdo, por ejemplo, que la primera lámpara que tuve no sirvió para nada. Parpadeaba; en vez de mejorar la lectura la hacía imposible. Los parpadeos, sin embargo, eran poco junto a la luz estroboscópica de los raves en Oaxaca. Grandes raves, en Oaxaca. Se llenaban con gente de todas las escuelas, y por todas las escuelas quiero enumerar a la multitud de tipos raros que hay en Oaxaca (que por eso es, como, bien onda, está en México y todas partes al mismo tiempo): había estudiantes de arte cumpliendo el estereotipo, estudiantes de español hablandou como así de dame drougas amigou, señores pedófilos que le daban alcohol y recetas médicas (era dentista; los valientes aprendieron a sacarle suficientes cervezas gratis, aunque respetando siempre La Regla: no más de tres, jamás) a adolescentes que escucharon demasiadas veces Special K, gente común y corriente parpadeando entre la música. Estabas en una película, a velocidad reducida. La vida a 12 fps. Artificial y bello, como nuestros tiempos.
Las luces también parpadean en la playa. Mientras suena el mar. Eventualmente, todos mis recuerdos acaban en el mar. Tengo más recuerdos felices junto al mar que junto a todas las mujeres que he conocido. Quizá cuando sea más viejo cambie la proporción, pero por lo pronto pienso en olas y se me va.
Recuerdo, con muchísimo esfuerzo, la primera vez que fui al mar. Había playas, sándwiches de jamón con mostaza y mayonesa; extraños. Había un río con ajolotes. Alguna otra ocasión, en algún lugar de Oaxaca donde se cultivan mangos, hay un río igual. Cientos de ajolotes escurriéndose entre mis pies. Enterré a algunos en la arena, porque los niños son crueles con la naturaleza. Por eso crecen para convertirse en hippies abraza árboles que van al Starbucks de Tamaulipas. (Al que, oh pinche ironía de la vida, ahora voy todo el tiempo. Envídienme, necesito atención).
Pero los ajolotes en la arena. Muriendo lentamente mientras los miro con la curiosidad insensible de un científico taxidermista. Me siento mal porque creo que me sentía bien. Remordimiento. Todo da vueltas sobre el remordimiento. En este momento las memorias se vuelven tan personales que hay que terminarse otra cerveza. Repita hasta el cansancio, asómese al fondo de adentro. Improvise con pasión. Rinse, repeat, y así.
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Esta, por cierto, es la canción que sonó "mi primera vez". Me pone sentimental como colegiala del San Felipe, tú: VNV Nation - Dark Angel (Gabriel)
via FoxyTunes
Busque un pretexto legítimo para decir y así. Lo dije. Ni modos.
ResponderEliminarEres un puto maesssstro. Pero así. Maessstro.
ResponderEliminarNótese que el puto lo empleo como hipérbole y no como insulto, aunque allá cada quién.
Ya para finalizar: qué bello lo del mar. A pesar de que nuestra vida sea una maldita película artificial, siempre tendremos el mar. Y esa sensación.
O_O
ResponderEliminarsigues vivo!
O_O
y no te has comvertido en zomby!
ô_O
aun eres hombre verdad?
Leía tu reciente post, pero al bajar la vista, este tuvo la sutileza de robar por completo mi atención. Hay detalles que no tiene caso explicarte. Sólo agradezco que tu escrito sea también significativo para mí, aunque ni sepas por qué.
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