22 de junio de 2010

Si hubiera parque...

Casi a la hora de la comida, salí del despacho de mi abuelo con la mochila azul que todavía dice "T.Q.M. Pedro Luis", el espantoso uniforme azul del Carlos Gracida y unos tenis grises manchados de Coca Cola. El camión costaba $1.40 (los choferes, por supuesto, nunca traían cambio para que el camión costara $1.50) y pasaba todo el tiempo en Crespo, pero cada 20 minutos en Independencia. Meditabundo y desveladísimo, fui a Independencia.
Junto a la gasolinería vi un puesto vendiendo playeras de México. No pude soportarlo.

En ese entonces las cosas me importaban de verdad; en ese entonces México le ganó a mi equipo favorito de Francia 98, en ese entonces vi la victoria contra Ecuador junto a la única mujer perfectamente bella que he conocido, en ese entonces Italia le sacó un empate a México en la preparatoria donde las mujeres colgaban mantas con mi nombre. En ese preciso momento, viendo la playera de México en remate, me prometí que nunca, jamás, volvería a creer en algo tan estúpido como la selección mexicana. "Los imbéciles como yo, tan tristes como si alguien se les hubiera vuelto a morir".

De todo lo que llevaba ese día, me queda la mochila azul. Nunca la tiré porque, con corrector, alguien me quería mucho. La mochila se había vuelto un símbolo de que no vale la pena emocionarse por nada y la mejor vida está rodeada por videojuegos, computadoras y libros; lo más lejos que se pueda de las mujeres que cuelgan mantas con tu nombre sólo para acercarse a tu mejor amigo.

La vida plena de paz no incluye al futbol. Por eso, cuando 8 años después me harté de mi vida sin sobresaltos, quise que regresara el futbol. La pequeña posibilidad de que México haga algo grande justifica el riesgo de volver a decepcionarme, me repetí hasta crear una fe artificial y desesperada. Fui a todos los juegos en el Azteca, me aprendí los nombres de los jugadores, me puse la verde.

Hoy, contra Uruguay, México perdió con Estados Unidos. Ahora sé que el domingo se va del mundial, con la certeza de que la mujer más guapa de la fiesta nunca me haría caso.

Presiento un nuevo aprendizaje en todo esto, pero estoy muy confundido para comprenderlo.

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Sigo pensando que los narcos amenazando al Messi son una opción viable; banda: Nortec Collective - Akai 47
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5 de junio de 2010

Gratis con moderado riesgo de violación

Im-pro-vi-sa-ción. Es más o menos sencillo, se dice lo que se piensa y se pone en letras y todo es inesperado y novedoso. Es como ver fluir una mente. Las mentes, por cierto, no son como texto sino como hipertexto: ¿lo has pensado? Porque una idea lleva a cientos de ideas distintas, todas conectadas; es posible regresar indefinidamente hacia momentos maravillosamente privados y olvidados.

Recuerdo, por ejemplo, que la primera lámpara que tuve no sirvió para nada. Parpadeaba; en vez de mejorar la lectura la hacía imposible. Los parpadeos, sin embargo, eran poco junto a la luz estroboscópica de los raves en Oaxaca. Grandes raves, en Oaxaca. Se llenaban con gente de todas las escuelas, y por todas las escuelas quiero enumerar a la multitud de tipos raros que hay en Oaxaca (que por eso es, como, bien onda, está en México y todas partes al mismo tiempo): había estudiantes de arte cumpliendo el estereotipo, estudiantes de español hablandou como así de dame drougas amigou, señores pedófilos que le daban alcohol y recetas médicas (era dentista; los valientes aprendieron a sacarle suficientes cervezas gratis, aunque respetando siempre La Regla: no más de tres, jamás) a adolescentes que escucharon demasiadas veces Special K, gente común y corriente parpadeando entre la música. Estabas en una película, a velocidad reducida. La vida a 12 fps. Artificial y bello, como nuestros tiempos.
Las luces también parpadean en la playa. Mientras suena el mar. Eventualmente, todos mis recuerdos acaban en el mar. Tengo más recuerdos felices junto al mar que junto a todas las mujeres que he conocido. Quizá cuando sea más viejo cambie la proporción, pero por lo pronto pienso en olas y se me va.

Recuerdo, con muchísimo esfuerzo, la primera vez que fui al mar. Había playas, sándwiches de jamón con mostaza y mayonesa; extraños. Había un río con ajolotes. Alguna otra ocasión, en algún lugar de Oaxaca donde se cultivan mangos, hay un río igual. Cientos de ajolotes escurriéndose entre mis pies. Enterré a algunos en la arena, porque los niños son crueles con la naturaleza. Por eso crecen para convertirse en hippies abraza árboles que van al Starbucks de Tamaulipas. (Al que, oh pinche ironía de la vida, ahora voy todo el tiempo. Envídienme, necesito atención).

Pero los ajolotes en la arena. Muriendo lentamente mientras los miro con la curiosidad insensible de un científico taxidermista. Me siento mal porque creo que me sentía bien. Remordimiento. Todo da vueltas sobre el remordimiento. En este momento las memorias se vuelven tan personales que hay que terminarse otra cerveza. Repita hasta el cansancio, asómese al fondo de adentro. Improvise con pasión. Rinse, repeat, y así.

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Esta, por cierto, es la canción que sonó "mi primera vez". Me pone sentimental como colegiala del San Felipe, tú: VNV Nation - Dark Angel (Gabriel)
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3 de febrero de 2010

Bering (esquina con Insurgentes)

Imagino a nuestros ancestros, cargando penosamente sus provisiones y los restos de sus ancestros por la tundra interminable. No todos llegarían al otro lado del estrecho. Pero ellos, los caídos, serían los ganadores del cuento. Porque no tuvieron que chingarse caminando no-sé-cuántos-mil pasos de mamut lanudo (el lector avispado recordará que era imposible que hubiera kilómetros entonces: todavía no se inventaba el griego) cargando la herencia de la tribu.

Desde que llegué a México (conocido por los nativos como DF, porque las abreviaturas les hacen sentir que van a llegar más rápido a donde sea que van corriendo y tarde) me he cambiado por lo menos seis veces de casa. Quisiera hacer un ensayo mamón-jocoso al respecto, del estilo "Fenomenología de leer en el baño", pero las mudanzas sólo me inspiran una chingada ira cazadora-recolectora.

Las cajas. La cinta canela. Deshacer la cama, empacar la cama, desempacar la cama, rehacer la cama. El putísimo librero: horas clasificando a los autores por género, número, nacionalidad, afinidad ideológica, color del atardecer del día en que nacieron (pista: Weber va entre Cicerón y Los mejores chistes de Polo Polo, volúmen 6); todo ido al quinto carajo cuando un frenón inoportuno revuelve las cajas con las macetas y los envases de mayonesa y mostaza que todavía tenían.

En esos momentos siento la ira de generaciones de humanos que se han chingado cargando la herencia de la tribu por kilómetros (aquí el autor avispado hace una referencia jocosa a que ya se inventó el griego y prepara su cierre favorito, el circular) y me enojo tanto que aviento la otra herencia de la tribu, los buenos modales, a la quinta chingada.

Pero todo es en vano. Malhaya sea la hora en que a mi ancestro no se lo chingaron unos chingados mamuts asesinos con dientes de chingado sable. Chingao.

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Música para desayunar mamut: Therion - The wild hunt
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2 de febrero de 2010

Al Primer Chaparrito de la Nación

...o a quien corresponda:

Quiero que me mientas. O me digas la verdad. Quiero que me mientas tan bien que no me quede más que creerte.

Quiero que lo repitas mil veces, hasta que no me quede de otra.

Porque tengo una vocecita en la cabeza que cada día grita más fuerte, y me molesta muchísimo. Desde el lunes, cuando me enteré bien de todo, no me deja en paz. Ya no puedo ver el futbol, buscar imágenes de Lost, enojarme porque la radio sólo habla de Cabañas. Me interrumpe en los momentos más incómodos, como el niño que le grita "gorda asquerosa" a la tía gorda y asquerosa que todos llamamos "la gordis".

Así que (como, con la pena, pedirte resolver el problema es como pedirle a los perros que no se caguen en la calle), sólo quiero que me dores la píldora. Está en tus manos: repite miles de veces, ante todos los micrófonos de todos los noticiarios de todo el mundo, que lo que pasó en Ciudad Juárez fue otro ajuste de cuentas.

Dime que no fue un acto de crueldad al azar, que esa fiesta en que todos los muchachos estaban en el rango de edad de todos mis hermanos era una orgía de criminales.

Dime que fueron otros criminales los que los mataron, dime que se lo merecían.

Porque la alternativa es pensar que los narcos de Ciudad Juárez mataron a inocentes. Que, contra lo que todos nos repetimos mientras nos enteramos de las noticias en la mañana, no sólo mueren criminales.

La alternativa es salir de la burbuja de indiferencia en que vivo. Caer en el espanto. Sentir misericordia ante los encabezados. Preguntarme cuántos inocentes murieron antes de que la catástrofe fuera tan evidente que ya no pudiera taparme los ojos.

Y no me gusta. Me incomoda muchísimo. Vivimos en una era de computadoras, de internet, de televisión, de mundiales de futbol y juegos de Zelda; pero no quiero que llegue el día que todos nuestros sedantes sean insuficientes.

Así que, por favor, dime la verdad o miénteme diez mil veces; pero dime que los jóvenes que asesinaron en Ciudad Juárez se lo merecían.

Por favor. No me rompas la burbuja.

(Por cierto, a mí ni me digan, yo voté por Kodos)

19 de diciembre de 2009

Vuelta

- No, no es que no quiera volver, es que después de tanto tiempo y tan poca producción es muy difícil. ¿Con qué cara?.

- Me gusta como se te ven las cursivas cuando hablas. Es tan... gramático.

- Pensé que regresaría sin más, como si no hubiera pasado nada. El conocido de unas conocidas tiene un abuelo que fue por cigarros a la tienda un miércoles y regresó un lunes 35 años después. Entró a la casa, se sentó frente a la tele y, como siempre, se fumó tres cigarros durante la telenovela de las seis. La abuela le sirvió la cena a las siete y nunca se volvió a hablar del asunto. Pero ahora me da como nervios.

- ¿Y por qué no lo haces?

- Sería medio ridículo. Y no sabemos qué pasó después, a lo mejor cinco años más tarde al abuelito le aderezaron el guisado con arsénico.

- O no.

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Now playing: Pixies - Ana
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14 de septiembre de 2009

Revuélcate en tu tumba, Hidalgo

No entiendo por qué festejamos el bicentenario. Los mexicanos del siglo XIX tenían grandes esperanzas para este país. Pensaron que con la libertad vendrían grandes cosas, tenían proyectos bellísimos para el flamante México.

Luego vino 1848*. Cuando pasó todo, la nueva generación publicó otras grandes esperanzas sobre el futuro de México. Tanto así, que en tiempos de Porfirio Díaz hubo muchos que pensaron que ya la habíamos hecho. Con la triste lección aprendida, lo único que quedaba adelante era un futuro prometedor.

Don Porfirio creyó que le tenía bien tomada la medida a los mexicanos, pero había tanto descontento que hasta un espiritista pudo hacerse con el poder.

Vino otra generación de mexicanos que, otra vez, plasmó en papel sus sueños. Dijo que los mexicanos tendrían salud. Educación. Trabajo. Que en el futuro no habría más desigualdad. Que ya, ahora sí, era hora de convertirnos en quienes habíamos soñado.

Sí, claro.

Somos 200 años de esperanzas frustradas. Somos el país del "ya merito" y del "chin, ni modo", pero sobre todo somos el país del "total, hay que echar desmadre". Festejar 200 años de existencia es... festejar 200 años de existencia. México no ha logrado nada. No sé si estemos mejor o peor que hace 200 años, pero estoy seguro de que nuestros ancestros llevan 200 años deseando cosas para México y nunca las hemos llevado a la práctica.

200 años después queda medio país. Con más pobres. Hasta con menos ricos. Yo no festejo. Yo quisiera que alguien con más alcance dijera "deténganse, dejémonos de mamadas y vamos a ponernos a trabajar. México es un fantástico castillo en el aire. Pero nosotros estamos en la tierra y vivimos en una casucha destartalada."

Eso soñé el otro día, mientras esperaba en el tránsito provocado por una manifestación. Pero qué hueva hacer algo, la verdad.

*O sea la guerra con los gringos, en las que perdimos medio país. Fue como cuando nos ganaron en el Mundial de Corea, pero MUCHO más culero. Aunque, como no nos tocó sufrirlo, quizá de cierta forma es menos gacho.

14 de agosto de 2009

(((o)))

Recuerdo el cuento en el libro de lecturas de segundo de primaria; más en estos días de inagotable dolor intestinal. Trataba de unas amibas, o algo así, que vivían dentro de un niño y se preguntaban qué había más allá del universo.

Matrushkas, que les llaman. Parecen de chocolate.

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Now playing: Natalia Lafourcade - Azul
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