11 de septiembre de 2010

Más vueltas

Dejé los tenis mojados secándose adentro del cuarto y cuando entré apestaba tanto que se sentía el sabor. Pero en ese momento no sabía de dónde venía el hedor y olí todo en el cuarto, me tardé un rato en ver que eran los malditos tenis rojos los que olían a pasto mojado. Ahora simplemente escribo, mientras platico con alguien sobre las escoltas de las primarias y cómo los dos estuvimos en una. Era algo muy emocionante, sobre todo en una fantástica ciudad de liberales y comecuras, llena de héroes y esas cosas que te vuelven amante de las historias y los que las cuentan. Tan 1984 y tan lindo. Luego hablamos de que por qué tan a la defensiva, pero eso no sigue en este post.

Sigue, por ejemplo, que tengo mucho frío y busco desesperadamente boletos para los Pixies. No me sé sus nombres y me vale madres de qué ciudad sean, pero me gusta mucho su música. Siempre la escucho. Últimamente no, pero para ya no chotearlos más. Me importan muchísimo. Así que si tienen un revendedor, pues rólenlo.

La idea del tren de pensamiento está mal, a menos que sea un tren de esos hipotéticos, onda experimento mental de Einstein; el tren que va a muchas galaxias al mismo tiempo para probar hipótesis loquísimas: somos puré atrapado entre los pliegues de un universo de hipopótamos. El punto es que no es un tren de pensamiento sino un internet de pensamiento, la esa red que va y viene cada vez a más lugares, todos al mismo tiempo, con lo mejor y lo peor de nostros en una orgía anárquica. Un internet de pensamiento, entonces.

Voy por choco krispis. ¿Cómo le hace uno para que choko krispis le pague por decir que va por choko crispis? Lástima que van a saber medio mal, qué con toda la peste del cuarto.

Me gusta, siempre, ante todo, el círculo. Porque es como la vida: no deja de regresarte su hedor pero te maravilla verla dando vueltas.

Goeeeeei.

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