25 de marzo de 2011

10 pool

Es como cuando me contaron de la maestra de la facultad que se dice experta en videojuegos porque los ha analizado científicamente. Seguró también pensarías que para ostentar tan pomposo título se necesita, por lo menos, haber derramado la sangre verde de Ganondorf. Pero a ella no parece preocuparle (la anécdota termina en que como a los alumnos les pedía las fichas de cada videojuego que usaría en sus investigaciones, un día le entregaron todos las fichas de cosas como All-Night Hobo Party, amado por los niños; Disney's Paintball Fandango, ¡báilalo borracho!; Cyber Monster 3D, ¡GROAAAAAR!), va por el mundo explícandonos a los menos iluminados que los videojuegos son veneno puro para la infancia y depravación moral en la vejez.
Al principio también la tiré a loca, porque aunque de cierta manera entré al Starcraft a escapar de la vida, tienen los mismos principios. Hay que decidir rápido y comprometerte con tu idea, porque si haces las cosas a medias no te va a alcanzar para ganar el juego. Ves con una claridad que da miedo cómo es que siempre tienes muy pocas opciones, pero ignorarlo es tan cómodo que no importa si te acostumbras a que todo sea aburrido: aunque dejes la computadora ya es tarde, porque ves los mismos patrones en la gente.
Contemplar tan fastuosas ideas cuando la teoría sociológica dice que debería de estar en un sopor mental como de domingo en Mazatlán me empujó al bando de la Doctora (no, no de ésas). Los pinches videojuegos me están arruinando el cerebro.

11 de febrero de 2011

***

Cada que entro a escribir FIN entre tres asterisquitos me da no sé qué tranquilidad el azul del encabezado y se me quitan. Después digo, con gran decisión y frente a un espejo de mentiras, que Hoy, Hoy, Hoy (brrrr) será el día que volveré a dedicarle tiempo al blog.

Se morían por saberlo.

17 de enero de 2011

...pero todo son bits y datos y cosas amontonadas que no comprenderías ni con quince cursos de ingeniería. Así que, piensas, todos tienen razón menos los optimistas. Antes la gente seguía el curso del río para ir a morir en alguna cumbre, cuando ya era demasiado tarde para regresar pero muy en el invierno para encontrar comida. La diferencia es que ahora pasarían décadas antes de que te dieras cuenta de que no hay nada río arriba.

Así que, por si acaso, te unes a los pesimistas y sales a tomar el sol. No vaya a ser que cuando todo colapse no sepas encontrar a nadie sin la memoria del celular.

6 de enero de 2011

¡Vivan los gringos que nos devolvieron patria!

Es cosa sabida que los políticos tienden a atentar contra los intereses de sus gobernados, pero es fascinante cuando puedes ver con toda claridad cómo, ellos y sus partidarios, pagan el precio de su demagogia.

En su última estratagema electoral, los conservadores de Estados Unidos buscan quitar la ciudadanía por nacimiento a quienes nazcan en sus tierras, con dedicatoria a todos los mexicanos que andan por allá. En los comentarios de la nota del NYT observé algo sumamente curioso: para ser los ganadores, los gringos se preocupan demasiado por la guerra del 47... uno que otro menciona explícitamente que "están siendo invadidos" por mexicanos que buscan recuperar sus territorios perdidos (en una nota curiosa, me fascina como dicen, también en los comentarios, "pero es que ese territorio lo compramos... ¿no? ¿cuál guerra?... la ignorancia nunca jamás juega a favor de nadie, y no saber historia les impide siquiera saber de qué están hablando... para beneplácito del público conocedor).

Yo no conozco un sólo mexicano nacido allá que no se aculture y se vuelva gringo (de la peor calaña en muchos casos), así que la idea siempre me pareció absurda. Lo cáido cáido, mano, y la Alta California no existe desde hace más de siglo y medio. Los Ángeles se llama Los Ányelis, aunque le quieras poner el acento.

Pero ahora vienen los republicanos, con su fantástico regalo. Supongamos que ganan. Lo que sigue es que los ilegales, que a pesar de serlo no son deportados en su graaan mayoría, segurían viviendo allá, con la diferencia de que sus hijos ya no serán estadounidenses... serán, ahora sí, mexicanos. Se sabrán rechazados por Estados Unidos, se sabrán ciudadanos de segunda, pero seguirán allá porque su presencia obedece simplemente a que allá se les contrata a buenos precios y ellos necesitan trabajar: oferta, demanda.

Tal injusticia para los mexicanos que hoy están allá, a quienes siguen matando al cruzar la frontera, creará las condiciones para que mañana surja su pesadilla: suponiendo que las actuales tasas de natalidad se mantengan igual, en vez de tener un país lleno de estadounidenses lo tendrán, entonces sí, lleno de mexicanos.

El escenario es algo descabellado, pero no imposible en el largo plazo. Es atractivo para quienes ven la historia como una gran novela de aventuras, pero sobre todo (y aquí su importancia) es fantástico para hacer rabiar a los republicanos e intentar combatir la injusticia presente. Sigan así, chavos... como decía mi abuelita y ustedes dicen todo el tiempo, para ganar votos, "hay un dios..."


19 de octubre de 2010

...eh kills aleins...

No sé cómo empieza el sueño, pero de repente estoy intentando escapar de algo que sólo pueden ser zombies. Pero todo es como un videojuego, así que si intento salvar a un niño (¿o niña?) del otro lado de una pared de ladrillos grises pero me caigo, vuelvo a empezar. Me quedé atorado en un loop muy molesto, que se hubiera convertido en pesadilla si no hubiera aparecido de repente un rifle de francotirador con ocho balas (luego aparecieron más, así que en vez de salvar al niño me dediqué un rato a recoger municiones, uno nunca sabe con los zombies), aunque al parecer dispararles no fue buena idea porque de repente estaba escapando de ellos.

Todo hubiera acabado muy mal si no hubieran aparecido de repente unas naves extraterrestres con plataformas y ametralladoras en los lados. No sé a dónde se fueron los extraterrestres pero yo estaba muy contento masacrando a los zombies, que para entonces ya se habían convertido en monstruos de película de terror; yo sabía que daban muchísimo miedo pero me sentía seguro en mi ovni morado: desde el cielo, todos los zombies te la pelan.

Luego estoy de vuelta en el principio, sólo que descubro que había otra ruta: en vez de brincar las paredes puedo bajar por una escalera negra y recoger al niño. Los zombies, que para entonces ya se sentían como extraterrestres, nos persiguen.

Ya no sé qué pasó después, pero el sueño prueba:

a) Que ando tan impresionable que la sola mención de la idea de apocalipsis-zombie- extraterrestre me hizo soñar cosas raras.

b) Que "veo mucha tele".

c) ¿Quién es Steven Spielberg? NADIE.

Me la pasé muy bien. Ahora veamos si le puedo agregar dinosaurios a la producción.

Hell yeah, Jesus!

7 de octubre de 2010

Berenice

Antes, Lilián, de resolver el espinoso asunto de la humillación, tengo que resolver el asunto del primer amor, que me lleva inevitablemte a uno de los temas que jamás ha sido tratado en mi blog ni en mi Twitter, a pesar de ser la base de todo morbo y toda fama internética. Fácil, lo que se dice facilísimo, hubiera sido disertar sobre la decadencia de los protones en el átomo del último elemento de la tabla periódica.

Porque el amor es un tema imposible para alguien que ha cambiado la interacción humana por las lámparas de lava y cuya idea de "noche loca" implica, a últimas fechas, quedarse hasta las cinco de la mañana fumando y jugando Halo: Reach (en tal estado de euforia, la sangre azul de los covenant adquiere tonalidades románticas, y la idea de un planeta cuya luna tiene anillos y está bien grandota y bien bonita y todo para qué si de todos modos nos vamos a morir glasseados como pinchurrientos roles de canela... esteee, sí).

Puedo escribir los versos más tristes esta noche con todas las cosas que nunca hice por siempre estar un paso atrás de las mujeres.

Me acuerdo mucho de Berenice. Le decían "La Muerta" porque tenía la cintura muy delgada y las caderas muy anchas, era muy blanca y tenía unos ojos negros enormes, maquillados al estilo darketo. Tenía el cabello lacio, negro y largo. Era delgada y tenía una voz dulce y rasposa, como de actriz porno vacacionando en Zihuatanejo. Y usaba los pantalones pegadísimos y medio caídos, y las playeras cortas para siempre enseñar el ombligo.

Me saludó un día que iba caminando a mi casa. Recuerdo perfectamente que me dijo algo como "hola" para preguntarme cómo me llamaba. No supe qué hacer y después de presentarme me fui a mi casa, pero desde entonces ya no caminaba por el fraccionamiento sin buscarla. Me desviaba para dar con ella, y eventualmente la volví a encontrar.

Nunca sabía que decirle, pero era bella y me gustaba mucho acompañarla.

Pero La Muerta fumaba mota. Sólo la acompañé una vez atrás de las canchas, con los demás mariguanos. Estaba muy oscuro y sólo se escuchaba como encendían el churro, lo inhalaban y lo exhalaban. A esa edad me pareció una escena terrible; me espantó muchísimo juntarme con la gente mala (sí, sí, la putísima, jodidísima, hija de su rechingada madre ironía de mierda. Me hace sentirme la víctima más patética de la guerra contra las drogas). Desde entonces me preocupó muchísimo juntarme con ella, y las cosas cambiaron porque empecé a evitarla. Pero esa no es la humillación fundacional, porque estaba tan bonita que supongo que de alguna adolescente manera quería rescatarla del vicio.

Mi humillación siempre ha sido interna y silenciosa. No tengo momentos de comedia romántica, en que me vacio una bolsa de estiércol en la cabeza, todas ríen y me voy llorando a mi casa; pero la vida me levanta y me quedo con la capitana del equipo de porristas. Resulta que Berenice, además de ser la mujer más guapa de la colonia, era la mujer más fácil de la colonia. Pero yo nunca comprobé los rumores, porque el día que me dijo que no llevaba ropa interior y necesitaba que le prestara mi cinturón... pues le presté mi cinturón, paseamos por las zonas más solas y oscuras del fraccionamiento y la dejé en la puerta de su casa.

No saber qué hacer me hizo sentir tan mal que dejé de buscarla en mis paseos por el fraccionamiento. Así que ya no la vi. Ni siquiera para recuperar mi cinturón, yendo a su casa, que sabía exactamente cuál era.

Varios años después me la encontré en el camión rumbo a la prepa. Igualita. La cara un poco más demacrada, pero hasta se vestía igual. La vi desde el momento en que se subió hasta el momento en que se bajó, y estaba seguro de que me recordaba y podía ir a saludarla. Hubiera sido muy fácil no ir un día a la escuela para seguirla a donde fuera, ahora que eramos más grandes y nuestros paseos podían llevarnos mucho más allá del fraccionamiento.

El momento más humillante frente a mi primer amor fue cuando se bajó del camión, viéndome de reojo, y no hice nada.

Nunca la volví a ver y estoy seguro de que eso afectó mi autoestima para siempre, porque esa misma escena me ha perseguido desde entonces, repitiéndose de cierta manera con todas las mujeres que me han gustado; tantas veces que ya es imposible que no sea yo quien lo provoque.

Esa es, Lilián, la vergüenza más grande cometida frente a mi primer amor, y su triste repercusión en mi muy triste autoestima. Nada me avergonzó más que no levantarme a saludar a Berenice porque la gente esperaba de mí que fuera el mejor de la clase y el ejemplo para todos y el chico más inteligente de la prepa. Pero, sobre todo, porque tenía miedo de no saber qué hacer otra vez.

Y por cosas como esta tenía yo un blog anónimo que se perdió, y por cosas como esta quizá no vuelva a pedir tema por Twitter*. Tanta sinceridad, dicen, debería de estar prohibida.

*Nocierto. Sí lo vuelvo a hacer. Tengo que hacer el drama porque me avergüenza, también, tanta sinceridad en este blog de relatos estrafalarios.

11 de septiembre de 2010

Más vueltas

Dejé los tenis mojados secándose adentro del cuarto y cuando entré apestaba tanto que se sentía el sabor. Pero en ese momento no sabía de dónde venía el hedor y olí todo en el cuarto, me tardé un rato en ver que eran los malditos tenis rojos los que olían a pasto mojado. Ahora simplemente escribo, mientras platico con alguien sobre las escoltas de las primarias y cómo los dos estuvimos en una. Era algo muy emocionante, sobre todo en una fantástica ciudad de liberales y comecuras, llena de héroes y esas cosas que te vuelven amante de las historias y los que las cuentan. Tan 1984 y tan lindo. Luego hablamos de que por qué tan a la defensiva, pero eso no sigue en este post.

Sigue, por ejemplo, que tengo mucho frío y busco desesperadamente boletos para los Pixies. No me sé sus nombres y me vale madres de qué ciudad sean, pero me gusta mucho su música. Siempre la escucho. Últimamente no, pero para ya no chotearlos más. Me importan muchísimo. Así que si tienen un revendedor, pues rólenlo.

La idea del tren de pensamiento está mal, a menos que sea un tren de esos hipotéticos, onda experimento mental de Einstein; el tren que va a muchas galaxias al mismo tiempo para probar hipótesis loquísimas: somos puré atrapado entre los pliegues de un universo de hipopótamos. El punto es que no es un tren de pensamiento sino un internet de pensamiento, la esa red que va y viene cada vez a más lugares, todos al mismo tiempo, con lo mejor y lo peor de nostros en una orgía anárquica. Un internet de pensamiento, entonces.

Voy por choco krispis. ¿Cómo le hace uno para que choko krispis le pague por decir que va por choko crispis? Lástima que van a saber medio mal, qué con toda la peste del cuarto.

Me gusta, siempre, ante todo, el círculo. Porque es como la vida: no deja de regresarte su hedor pero te maravilla verla dando vueltas.

Goeeeeei.