Rodeada por la glorieta de Insurgentes hay una plaza pública venida a menos, uno de esos lugares de paso que no capta la atención de nadie. Casi ninguno de los que la atraviesa todos los días, movido por la prisa cotidiana de quien llega tarde a todos lados, se detiene, y aún los que se quedan tienen ocupaciones que los mantienen lejos de ella.
Quizá todas las noches en la Plaza del Metro sean como aquélla, quizá todas las horas nocturnas sean como la que transcurrió ese día entre las ocho y las nueve. Liberados de las responsabilidades de ese día, los visitantes caminaban despacio, salpicados a veces por la luz roja y azul de la patrulla que se estacionó junto a un monumento en memoria del vigilante nocturno de otros tiempos, el Sereno.
Casi todos los transeúntes parecían seguir, como si fueran vagones, un rumbo predeterminado, unas vías invisibles que no les permitieran cambiar de destino. Expulsados con violencia por las tibias entrañas del Metrobús, se dirigían sin desviaciones innecesarias a la estación Insurgentes del Metro. No es posible adivinar el resto de su trayecto, pero es seguro que llegaron a alguna parte, como siempre lo han hecho y lo harán. Barranca del Muerto, sin escalas.
En el suelo había restos de la breve lluvia que cayó una hora antes. En algunos charcos se reflejaban los anuncios publicitarios que rodean a la glorieta, colgados de las fachadas de las casas de la colonia Roma, o instalados en las azoteas de los edificios de la Zona Rosa. Destellos blancos y rojos de un luminoso anuncio de Coca-Cola pasaban de un edificio de la colonia Condesa al agua, donde eran interrumpidos por el ocasional pie que se hundía en el agua, seguido de la imprecación correspondiente.
Entre la penumbra se distinguían aquellos que sí se quedaron en la plaza, mal iluminados por la luz blancuzca y triste de las lámparas callejeras colocadas para que no haya crímenes en la sombra. Estaban sentados, todos besando de vez en cuando a alguien que no en todos los casos era del sexo opuesto, con una tierna pasión que los transportaba a otro lado, lejos del Metro y del continuo rumor mecánico de los automóviles que transitaban por la glorieta; tal vez a alguna parte donde las nubes no reflejen el resplandor amarillo de la ciudad y haya más de una estrella en el cielo.
Quienes no gozaban del amor ni esperaban con ansia a alguien para empezar a hacerlo, se detenían a examinar los productos que se ofrecen en todas las salidas de la plazuela. En la que da a Liverpool y Génova, vendedores malencarados ofrecían ropa con frases y colores vistosos, lencería vulgar pero sugestiva, perfumes casi auténticos, reproductores portátiles de música y discos baratísimos para no salir sin el paquete completo.
Un puesto de películas, de a una por 20, ofrecía todo el espectro del cine contemporáneo, ordenado según su clasificación y género, de izquierda a derecha: Pocahontas, Belleza americana, La espía que me amó, Britney Spears en vivo y XXX Mamadoras insaciables.
El anuncio de Coca-Cola fue apagado mientras compradores más introspectivos examinaban las librerías que eran, además de las farmacias y los comedores, los únicos negocios inmóviles que quedaban abiertos. La Librería Universo vende títulos de Oscar Wilde, por ejemplo, pero para aquellos más prácticos tiene la Guía para invertir: en qué invierten los ricos, ¡a diferencia de las clases pobre y media! O más directo: Piense y hágase rico.
Si alguien compró un ejemplar del Corpus hermeticum de Hermes Trimegisto o la Guía del Iniciado para crear la realidad, una introducción a Ramtha y sus enseñanzas debió fijar su atención en el edificio del Metro Insurgentes. Para Los Iniciados es evidente la mezcla de lo prehispánico y lo extraterrestre en ese armatoste con forma de nave espacial malograda. Las estelas con guerreros españoles y símbolos mayas que están grabadas en sus entradas están ahí sólo para despistar y ser manchadas con graffiti.
Hay en la explanada estatuas y placas que fueron dejadas a la merced del óxido y el tiempo por aquellos políticos que llenaron la ciudad de artefactos irrelevantes. Frente a la del Sereno, que después de media hora ya no era escoltado por los oficiales, hay una plataforma sin efigie donde alguien plantó un árbol, casi muerto, que funge como monumento involuntario al concreto.
Tan desgastados, integrados al paisaje e invisibles como los monumentos, los trabajadores de limpia se desplazaban con celeridad para recoger la basura que los caminantes dejaban caer al suelo con disimulo.
Encaramados sobre un edificio, un par de jóvenes miraban desde el interior de un anuncio espectacular hacia otra parte, quizá las luces de la Torre Mayor. Estaban impresos sobre un cielo azul con alegres nubes blancas, que contrastaba con el negro brillante de la noche. Sonreían, arriba de la Plaza del Metro y viendo más allá de ella, como los enamorados que, abajo, los imitan sin saberlo, y como todos los que estando en ese lugar, pasean en otra parte.
Eran otros tiempos, cuando escribí esta crónica. Mientras vuelve mi tiempo libre seguiré rescatando mis tareas de otras épocas, en que el mundo era aún joven y yo abusaba de los adjetivos y las referencias herméticas (es que estaba leyendo El péndulo de Foucault, no pude evitarlo). El final me sigue gustando, es que si hubieras estado ahí....
27 de septiembre de 2007
De paso
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3 comentarios:
Aunque este lleno de adejtivos, como tu dices, es algo hermoso, transportas y describes realmente las cosas como son, y le añades un toque especial
Muy bien, es bueno lo que haces, ademas de que yo cuando estudie en Mexico y estaba en ese lugar(tambien viaje en metro y fui joven :), me encantaba esa plaza y me sentaba en unas banquitas que habia me gustaba contemplar ese mar de gente)
Un abrazo... tqm
Y finalmente, pasa el tiempo y ademas de la plaza misma, pasan las cosas igual...
Dos personas se besan, dos amigas caminan, unos novios terminan, a alguien le bolean los zapatos, un niño llora...
El ser humano, por muy civilazado que sea, seguirá necesitando expresarse, apelar a su naturaleza
Felicidades por tu blog, ya te dije que lo haré parte de mis páginas preferidas, bueno, ya lo es.
:D
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