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23 de marzo de 2009

Oaxaca, México*

Es 2003. Junio. A las once de la noche iré al Castillo de Caen. En una de las almenas reiré sin control, como si nunca antes hubiera sido feliz.

En 1994, en casa de mi mamá en Oaxaca, paso las tardes encerrado, leyendo unos libros de Disney con títulos como "La vivienda del hombre". El de Mickey es de aventuras, el de Ciro Peraloca de inventos, el de Tribilín termina contando los viajes del hombre al cosmos, tiene en las últimas páginas fotos de árboles extraños, estrellas y galaxias.
Alguno de esos libros menciona un castillo medieval en Francia al que sólo puede entrarse en la mañana, cuando baja la marea.


En 2003 estaré en la almena de una fortaleza medieval, observando la marea y tocando cada nota del tema del Water Temple en mi cabeza.

En 1999 sigo solo, padeciendo la secundaria. Por las tardes juego Ocarina of Time, el siguiente año me la pasaré con el Majora's Mask. Me fascina viajar del bosque al lago, del castillo al volcán, de la planicie al desierto. Paso cada tarde galopando y tarareando la música de los Temples. En 2001 venderé mi Ocarina para comprar la discografía completa de Marilyn Manson.

En 2009 cargaré en el iPod todas las canciones del Zelda. Cada que esté triste las escucharé para darme ánimos.

En 1995 mi papá me regala un NES con el Mario 3. Planicie, Desierto, Mar, Selva, Hielo. Al final hay una princesa. Sólo siete de cada ocho veces en otro castillo.


El 23 de marzo de 2009 veré las luces del Ajusco desde mi monitor. A veces, por un segundo, recuperaré el sentimiento de estar en Mont Saint Michel: la plenitud de quien cumplió todos sus deseos y no sabe qué más pedirle al genio.

Octubre (¿noviembre?) de 2003. Ya en Oaxaca. Mi tía interrumpe la recapitulación de mi viaje para decirme que nunca me había visto tan platicador o tan contento.

En julio de 2003 le tomé fotos a las crucecitas acomodadas en hilera kilométrica, sin pensar en que son lápidas de todos los que murieron en la playa que se ve desde el cementerio. Carne de cañón, lanzada sin piedad contra la artillería alemana. De ahí nos iremos al cementerio de los soldados alemanes. Estaba nublado. Nunca antes había visto la niebla.

2000. Paso los domingos leyendo los libros de los tres mosqueteros que me dejó mi papá. Mi mamá recuerda haber leído el primero alguna vez. Casi al final, cuando Athos se deja morir, quise aguantarme las ganas de llorar. No pude.

De vuelta en 2003, buscaremos en el GPS dónde pasar la noche. La pantalla sugerirá ir a Blois.
Athos vivió cerca de ahí. Pardaillan mató al Duque de Guisa en el castillo de la ciudad. Rogaré que pernoctemos ahí. La mañana siguiente visitaremos dos palacios. En el de Chenonceaux hay un laberinto y un bosque. Los cruzaré tarareando el tema del Forest Temple.

En la recepción de un hotel del centro de Oaxaca, en 2004, me da un ataque de pánico, otra vez siento que nunca superaré mi pasado. Abro otra vez mi Rayuela y leo: la vuelta es realmente la ida en más de un sentido. Esta vez, para ahuyentar la nostalgia de una vez por todas, escribo la frase y la guardo en mi cartera.

Nerviosísimo, escribí un e-mail desde Suiza:

>From: "Luis Frost"
>To: "Familia y amigos"
>Subject: saludos desde allende los mares
>Date: Sun, 17 Aug 2003 04:47:55 -0500 (CDT)
>
>hola
>en este momento estoy en schaffhausen pero hoy en la
>tarde me voy a barcelona. al fin yo solo. los ultimos dias en francia
>estuvbimos en el valle de loire y vi unos castillos
>increibles.
>ayer fui a conocer zurich y hoy voy a estar alla otro
>rato.
>
>me voy
>adios

Saliendo de la prepa un día después de tener sexo por primera vez, en 2002, le digo a A. mientras cruzo la calle que tengo miedo porque "ya lo hice todo" y nunca más será "la primera vez" que haga algo.

El 18 de agosto de 2003 llegaré solo y con una enorme mochila en la espalda a la estación de trenes de Barcelona. Sin puta idea de qué hacer y sin boleto de regreso a Oaxaca. No sé a dónde ir; pero supongo que si sigo la avenida principal, eventualmente llegaré a alguna parte. Camino.

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*Nota del editor (ja): la forma de narrar fue igual a la del Dr. Manhattan; de cierta forma este es mi post sobre Watchmen, el otro tema (¬¬) sobre el que todo mundo anduvo posteando.

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¬¬ : Radiohead - How to Disappear Completely (And Never Be Found Again)
via FoxyTunes

19 de febrero de 2009

Normandié le mató le guaguá

230 kilómetros por hora me costaron una gorra y me distrajeron de tantas montañas. En Oaxaca y el DF es imposible no ver montañas a donde se voltee, por alguna razón creí que en Europa todo era plano y el horizonte cam... in... one... hundred... meters.... take the... left... exit. "¿Quién jugó con el GPS, por qué se tardó tanto en avisar, vueltAAAAA!" ZUUUUUM. "Pero no es GPS, es una señorita y le pusimos Pilarica."
"Va, pero pídele un estacionamiento, espera, derecha, intermitentes, ¡YA!"
"Pon los seguros y corre al monumento a los caídos, que el día es corto y el tour sobreagendado, por culpa de alguien que perdió dos vuelos desde México llevamos dos días de retraso".

Verdún, gran batalla, Gran Guerra, muchos muertos acomodados en las cajitas del monumento. Lleve su amapola roja en honor a los soldados caídos, tome tres fotos y vámonos de nuevo que a este paso nunca llegaremos a lo realmente interesante.

Take the... next exit... and follow it for... hundreds of kilometers... "Aire de Verdun" "Aire d'Orly" Lindo, pensar que todas las gasolinerias francesas viven de vender aire. Próxima salida, París. Oh, será que al fin puedo ver... la.... ommm... oigan, ya pasamos la salida... esteeee...¿alguien? "Sí, a tu izquierda la torre, tómale foto o algo porque vamos a seguir derecho. Y anímate, estás en el periférico de París, que es como el de México pero más chic".

En Epernay las botellas de Moët cuestan 6 euros. Las guías explican cómo se prepara la champaña, algo de gases y botellas y monjes ociosos de la edad media. Al final te dan tres copas, la última es rosada y todo se llena de burbujas, salud y on the roundabout, take the... right... exit.

Reims. Primer encuentro con ruinas romanas, extático. Primera catedral gótica, me vengo. Las once de la noche y no es de noche, necesito una tlayuda. Sólo se consiguen pato y vino tinto. Regresan las burbujas. Buenas noches.

Desayuno: queso apestoso, jamón raro, croissants crujientes, café cargadísimo y pan con Nutella. Ñam, ñam. Pilarica, cuya eficiencia ya me daba miedo, nos recitó otra vez la letanía de los roundabouts y las sharp lefts y las next exits.

En Rouen, que todavía no puedo pronunciar, quemaron a Juana de Arco. Para conmemorar el evento, una ola de calor tan extrema que los viejitos se cocían por las noches. ¿Ñam? Un tal Flaubert vivía cerca de donde un tal Monet pintó cierta fachada un chingo de veces, pero lo único importante era que dentro de la catedral estaba fresquecito. Como la enorme fuente de mariscos y las angoullemes de pato que cené a las diez de la... tarde. Soleada tarde. Mi reloj biológico amando a San Bartolomé en tierra de hugonotes. Bon nuit.

"Buenos días - ah no, a 42 grados los días no tienen nada de buenos-, vístete, corre, sube al auto, prende a Pilarica, escribe Caen, no no, Caen, Caen!!: C-A-E-N, ponte el cinturón, quédate adelante para sentir un auto a 280 kilómetros por hora"... right exit...

"Llegamos. Debo trabajar el resto del día, sigan dos cuadras hacia allá y llegarán a la estación de trenes, pidan boletos a Mont Saint-Michel, no, así no se dice, bueno, casi lo tienen, bye".
"Bonyur, ommmm.... queremos truá boletos para.... ommm.... ¿Mont Saint Michel? [cinco minutos de señas después] que no llegan, que llegan al pueblo que está antes que se llama [lepupúlematóleguagua]. Ok, deme truá. Mercí".
Seis horas seis de tren. Llegamos.
"Oigan, que el último tren a cómo-se-diga regresa en media hora".
...
"Oh, dios. ¿Alguien puede pronunciar el nombre del pueblo ése? El de la taquilla no tiene puta idea de a dónde vamos a pesar de los diez minutos de señas. Y como que ya se enojó. A ver, vamos de nuevo."
"¡CAEN, CAAAN, KEEN, CE A E ENE, CAAAAAAAN!"
"¿Caen?"
"wi, Caaaan".
...
"Hola, cómo les fue. ¿Que no llegaron?"

5 de diciembre de 2008

Schaffhausen: vuelva pronto y a tiempo

La primera hora pensé que escoger la ventanilla fue la última en mi cadena de malas decisiones. Entre el baño y yo había diez horas de viaje y dos europeos con el exceso de equipaje en los cachetes.
Por ahí de la quinta hora vi que los del error eran ellos: por más sentido de la decencia que tengas en algún momento debes despertarlos para ir al baño. El resto del tiempo puedes mirar la luna y las nubes reflejadas en el mar. Descubrir que desde el cielo todos los países se ven como edredones. Mirar la Torre Eiffel mientras aterrizas. Decir "ese es el Sena, esa es París, por el amor de todas las francesas, yo que creía que todo era parte de una conspiración y estos lugares sólo existían en el sótano de los locos que controlan la tele y las películas y los libros."

Me di cuenta de que ya no estaba en México cuando vi una congregación de monjes budistas en el aeropuerto. Monjes budistas arrastrando maletas de rueditas. Me impresionó verlos haciendo cosas normales, fue saber que estaban vivos y existían y eran parte de todo un mundo del que yo, por el amor de todo lo que es estereotípico, también soy un pedacito.

Descubrí que hablaba inglés. No es lo mismo tener boletas de calificaciones y certificados de escuelita oaxaqueña de inglés que tener que decir Hi, here's my passport, i'm on transit, where's the freakin' gate whatever, i'm on holiday, no i don't plan to work illegaly in your country, no, Mexico is bubonic plague free nowadays ...

Muy triste me subí a un avión que me sacó de París. De nuevo vi todo desde chingomil pies de altura, me comí mi chocolatito y mis cacahuates y escuche a VNV Nation en el discman (que era algo así como un ipod pero con CDs... ¿todavía existen los CDs?). Welcome to Zürich Flughafen, may i see your passport, thank you, please proceed through gate whatever, there's your luggage and so on...

Salí, dos días después de lo planeado, de la puerta para las llegadas internacionales. Me subí al auto, me saqué muchísimo de onda y comencé a ver casas extrañas, paisajes llenos de girasoles y letreros viales en alemán: Schaffhausen, 20 kilometer....
...
Simplemente no hubo forma de volver interesante esta parte del post. Estamos hablando de Suiza, por el amor de todos los bovinos. Llevo semanas atorado en esta parte del borrador porque cada noche, necio: "es que contaré todo de manera secuencial, no puedo saltarme nada" seguido de "pues tengo que empezar por Schaffhausen, interesante porque....
...
...

ash."


Fun, FUN, facts about Schaffhausen, Switzerland :D


Si no le pones calcomanías a tu basura, te multan.

Está a sólo una estación de tren de Neuhausen, donde el turista ávido de emociones puede visitar LA CASCADA MÁS ALTA DE EUROPA: ¡23 METROS DE MAJESTUOSA CAÍDA DE AGUA! ¡WOOORALES!

Si lavas la ropa después de las seis de la tarde, te multan.

Para manejar entre Zürich y Schaffhausen cruzas un pedacito de Alemania. "Claro que he estado en Alemania. Cinco kilómetros de carretera, pero toditita ella era alemana."

Si escuchas la tele a más de la cuarta parte de las rayitas del volumen, te multan.

Ubicado a escasos treinta minutos de Zürich, pintoresca ciudad suiza famosa por la tranquilidad de su lago y la ubicuidad de sus baños públicos.

Si quieres comprar comida después de las siete de la tarde... no te multan, pero te la pelas.

Si buscas "suizo feliz" en Google images, no te sale ninguno.

Suiza es muy trenes, relojes y sanciones; pero debo dedicar un párrafo a la mujer en bicicleta que vi en alguna parte del recorrido entre el aeropuerto y la casa de mis familiares. Nunca había visto una mujer así. Con toda el desdén del presente explico que por eso me gustó tanto, pero entonces no sabía de novedades y me enamoré.

Dejamos Suiza sin gran pesar, a tiempo y hablando bajito. Como iba con mi familia, la siguiente semana hasta comí tres veces al día.

Próximo post: menos puntual pero sólo un poco menos cursi.
Uno no tiene anécdotas interesantes hasta después de comer sólo manzanas por cuatro días seguidos.

Por el amor de todos los salmones, en el baño he visto caídas de agua más majestuosas.

5 de octubre de 2008

Aotearoa

Septiembre, mes del testamento.

19 de septiembre de 2008

México, DF

Sí, pero en este caso es imposible no empezar desde antes del principio. Sólo así puede entenderse: si hubiera pasado lo peor, su vida sería más sencilla. Qué triste, la imposibilidad: desde lo peor no se hubiera dado cuenta de que todo pasaba para bien; se encontraría escribiendo las mismas líneas de tristeza ridícula, de no salir del pasado. Desde lo que sí sucedió, él se lamenta.

"Tienes que salir", le dijeron "a las seis en punto. La Ciudad gusta de rebelarse contra sus habitantes, no esperes clemencia del tráfico".
"Meh" pensó, con otras palabras.
La maleta estaba lista. La comida fue a las tres y el hambre todavía no regresaba. Ya tenía el dinero y el itinerario. Pero el avión saldría hasta las nueve y media, así que se puso a hojear revistas, a regresar a los libros, a averiguar qué había en esos DVDs que decían Sex and the City. La impaciencia, en vez de apurarlo, lo atrasó quince minutos.

Ya sé, pero la memoria es caprichosa y, a pesar de todo nuestro artificio, no obedece ninguna regla: por eso no recuerdo qué comí, no sé que libros estaba hojeando, no sé si esa fue la vez que salí al balcón a buscar artistas en el pub de enfrente o eso sólo quisiera haberlo hecho. Sé, por ejemplo, que la revista que me puse a leer era la Letras Libres, pero soy incapaz de recordar cómo estaba emocionado.

Se subió al taxi, que seguramente pasó a recogerlo al departamento, hasta las seis y cuarto; dijo "al aeropuerto" mientras cómodamente asumía que decirlo y llegar eran lo mismo.
Por eso cuatro horas después le pidió al taxista que lo dejara en las salidas nacionales. No dejaría que lo vieran como un niño idiota que acababa de perder un vuelo internacional entre Viaducto y Simón Bolívar, así que pagó los 350 pesos al taxista y corrió al mostrador de la aerolínea como si fuera a servir para algo.
Cuando volvió al departamento, estaba tan triste que no lloró: se quedó dormido.

Yo quisiera, pero esta es la primera de muchas - casi todas - las cosas que olvidé. ¿En serio crees que no cambiaría un año de recuerdos posteriores por saber qué soñé esa noche? Intuyo haber soñado que despertaba en mi destino, que todo se resolvía de alguna manera. Que aunque no había dinero para otro boleto y un reembolso era imposible, algo pasaba y yo no tenía que despertar de nuevo en la Condesa...

Lo último que vio antes de dormir fue a su padre. Lo primero que escuchó al despertar fue su voz: "conseguimos otro boleto, te vas hoy en la tarde. Yo te llevo al aeropuerto para que esta vez no haya problemas". Salieron del departamento siete horas antes del vuelo.
En el camino platicaron del inagotable tránsito de la tarde pasada, cuya fuente no pudieron conocer - todavía hoy es para él un misterio, para siempre sin respuesta por insignificante; aunque cabe postular a la madre que falleció porque su ambulancia no llegó al hospital y a los hijos que le sobrevivieron, quienes desde entonces no pueden pasar por Viaducto sin soltar, aunque sea por dentro, una lágrima -, de la Alhambra de Granada, del León de Bruselas y de los míticos viajeros que lavan platos para conocer el mundo.

No, la cara de ese idiota sí la recuerdo. Que el boleto había sido comprado no sé cómo y entonces no sé por qué no podía darmelo. Imagina lo que es haber llegado con el ánimo resucitado y tener que perderlo, de una vez por todas, por simple salud mental. Por eso cuando el francés juró por su parisina madre que no pasaba nada, cosa de ir a Polanco a que me dieran no sé qué cosa, no le creí. ¿Que volaría el día siguiente? Dos fracasos me impedían creerlo, gracias. Me acuerdo también de que en el regreso al depa no nos quedó más que reírnos, con muchas ganas, del tamaño de mi mala suerte. Todavía salgo por lo menos siete horas antes de que salgan los vuelos y aún se recomienda a mis familiares no ir al aeropuerto conmigo, no vaya a ser que mi infortunio sea contagioso...

A pesar de que ya era el tercer día de retraso - y tantos vuelos perdidos no ayudaban a quitarle a su familia en Suiza la convicción de que era muy irresponsable, si no idiota o de plano homicida, mandar a alguien tan incapaz de valerse por sí mismo a viajar solo por otros países - se sorprendió de buenas cuando vio que todas las calles tenían nombres de artistas y filósofos. Su buen humor mejoró en el ultramoderno elevador del edificio de Air France, se convirtió en plena felicidad cuando vio los ojos de la mujer que lo atendió y explotó cuando la guapísima francesa puso en su mano un boleto impreso: México - París - Zurich.

Es que me da mucho miedo: si uno no es más que sus recuerdos, cada día que pasa me hago menos. Cambiaría veinte años de vida por no perder un sólo detalle de ciertos instantes del pasado, pero luego me veo en este momento y se me quitan las ganas. Quizá sea cierto que lo más importante permanece, que la vista de la Ciudad de México esa noche jamás va a dejarme; lo que sentí ese día, mientras sabía que cuando despertara iba a estar donde siempre soñé con ir, siempre estará conmigo. No es lo que importa ser capaz de repetir el menú del avión o la lista de películas. Es saber que desde entonces nunca he dejado de viajar. Poder decir que jamás regresaré de aquella Europa, de aquel año.

...
Meses después, leyó en Rayuela: "se dio cuenta de que la vuelta es realmente la ida en más de un sentido". Nunca se había aprendido una cita, no ha vuelto a hacerlo.
Años después, todavía escribe esa frase en su estado del Messenger cuando necesita recordar que la rutina, a pesar de sus dolorosas mordidas, algún día no será siquiera un recuerdo.

30 de julio de 2007

(...) I have begun to feel that the story I am trying to tell is somehow incompatible with language, that the degree to wich it resists language is an exact measure to how closely I have come to saying something important, and that when the moment arrives for me to say the one truly important thing (assuming it exists), I will not be able to say it...

Paul Auster, en alguna parte de The invention of solitude