Imagino a nuestros ancestros, cargando penosamente sus provisiones y los restos de sus ancestros por la tundra interminable. No todos llegarían al otro lado del estrecho. Pero ellos, los caídos, serían los ganadores del cuento. Porque no tuvieron que chingarse caminando no-sé-cuántos-mil pasos de mamut lanudo (el lector avispado recordará que era imposible que hubiera kilómetros entonces: todavía no se inventaba el griego) cargando la herencia de la tribu.
Desde que llegué a México (conocido por los nativos como DF, porque las abreviaturas les hacen sentir que van a llegar más rápido a donde sea que van corriendo y tarde) me he cambiado por lo menos seis veces de casa. Quisiera hacer un ensayo mamón-jocoso al respecto, del estilo "Fenomenología de leer en el baño", pero las mudanzas sólo me inspiran una chingada ira cazadora-recolectora.
Las cajas. La cinta canela. Deshacer la cama, empacar la cama, desempacar la cama, rehacer la cama. El putísimo librero: horas clasificando a los autores por género, número, nacionalidad, afinidad ideológica, color del atardecer del día en que nacieron (pista: Weber va entre Cicerón y Los mejores chistes de Polo Polo, volúmen 6); todo ido al quinto carajo cuando un frenón inoportuno revuelve las cajas con las macetas y los envases de mayonesa y mostaza que todavía tenían.
En esos momentos siento la ira de generaciones de humanos que se han chingado cargando la herencia de la tribu por kilómetros (aquí el autor avispado hace una referencia jocosa a que ya se inventó el griego y prepara su cierre favorito, el circular) y me enojo tanto que aviento la otra herencia de la tribu, los buenos modales, a la quinta chingada.
Pero todo es en vano. Malhaya sea la hora en que a mi ancestro no se lo chingaron unos chingados mamuts asesinos con dientes de chingado sable. Chingao.
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Música para desayunar mamut: Therion - The wild hunt
via FoxyTunes
Desde que llegué a México (conocido por los nativos como DF, porque las abreviaturas les hacen sentir que van a llegar más rápido a donde sea que van corriendo y tarde) me he cambiado por lo menos seis veces de casa. Quisiera hacer un ensayo mamón-jocoso al respecto, del estilo "Fenomenología de leer en el baño", pero las mudanzas sólo me inspiran una chingada ira cazadora-recolectora.
Las cajas. La cinta canela. Deshacer la cama, empacar la cama, desempacar la cama, rehacer la cama. El putísimo librero: horas clasificando a los autores por género, número, nacionalidad, afinidad ideológica, color del atardecer del día en que nacieron (pista: Weber va entre Cicerón y Los mejores chistes de Polo Polo, volúmen 6); todo ido al quinto carajo cuando un frenón inoportuno revuelve las cajas con las macetas y los envases de mayonesa y mostaza que todavía tenían.
En esos momentos siento la ira de generaciones de humanos que se han chingado cargando la herencia de la tribu por kilómetros (aquí el autor avispado hace una referencia jocosa a que ya se inventó el griego y prepara su cierre favorito, el circular) y me enojo tanto que aviento la otra herencia de la tribu, los buenos modales, a la quinta chingada.
Pero todo es en vano. Malhaya sea la hora en que a mi ancestro no se lo chingaron unos chingados mamuts asesinos con dientes de chingado sable. Chingao.
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Música para desayunar mamut: Therion - The wild hunt
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