25 de marzo de 2011

10 pool

Es como cuando me contaron de la maestra de la facultad que se dice experta en videojuegos porque los ha analizado científicamente. Seguró también pensarías que para ostentar tan pomposo título se necesita, por lo menos, haber derramado la sangre verde de Ganondorf. Pero a ella no parece preocuparle (la anécdota termina en que como a los alumnos les pedía las fichas de cada videojuego que usaría en sus investigaciones, un día le entregaron todos las fichas de cosas como All-Night Hobo Party, amado por los niños; Disney's Paintball Fandango, ¡báilalo borracho!; Cyber Monster 3D, ¡GROAAAAAR!), va por el mundo explícandonos a los menos iluminados que los videojuegos son veneno puro para la infancia y depravación moral en la vejez.
Al principio también la tiré a loca, porque aunque de cierta manera entré al Starcraft a escapar de la vida, tienen los mismos principios. Hay que decidir rápido y comprometerte con tu idea, porque si haces las cosas a medias no te va a alcanzar para ganar el juego. Ves con una claridad que da miedo cómo es que siempre tienes muy pocas opciones, pero ignorarlo es tan cómodo que no importa si te acostumbras a que todo sea aburrido: aunque dejes la computadora ya es tarde, porque ves los mismos patrones en la gente.
Contemplar tan fastuosas ideas cuando la teoría sociológica dice que debería de estar en un sopor mental como de domingo en Mazatlán me empujó al bando de la Doctora (no, no de ésas). Los pinches videojuegos me están arruinando el cerebro.