4 de diciembre de 2015

Epílogo

 
Mi alarma sonó a las siete, pero me levanté hasta las nueve porque es viernes y porque en dos días es otra vez mi cumpleaños.

Me bañé con calma, me vestí con cuidado, salí sin prisa y caminé despacio al Metrobús, mientras pensaba en todo lo que me ha pasado desde que cumplí 30, hace ya casi un año.

Pensando así, en el pasado, me acordé de este blog y pensé en que, a diferencia de tantos, el pobrecito nunca tuvo un entierro, un adios, un último texto. Los primeros años desde que me fui pensaba en volver algún día; los siguientes pensaba que no merezco cosas lindas en la vida, como escribir; los últimos solo lo olvidé, excepto por las veces que alguien quiere conocerme mejor y lo mando a leer el diario público y extravagante de mis primeros años de vida independiente.

"Qué interesante - pensé, sin las comillas - sería cerrarlo por fin". No es que siga vivo - la escena colapsó a tal grado que nuestra Queen Bee escribe para el diario más corrupto del país (ok, ni que estuviera mal, además todos son corruptos; pero necesito drama y no lo hay de verdad, pero pues you really think someone would do that, just go on the Internet and tell lies) - sino que, fiel a su nombre, es un muerto viviente, un fantasma en las Interwebs, un niño abandonado por su autor, una colección de pensamientos que nunca tuvieron un cierre, un final.

Y entonces heme aquí, en el epílogo, a dos días de cumplir 31, por ninguna razón en especial más allá de las ganas de contar mi vida, de escribir, de enlazar textos a otros textos a otros textos, de llamar la atención.

Bloguero viéndose a sí mismo, circa 2009

"El blog merece un final", pensé, entonces, en la mañana. No tiene que ser bueno, no tiene que ser popular, no tiene ni siquiera que estar bien escrito - ¿quién queda para leerlo? -, pero quisiera que fuera intenso, emocionante, sincero y digno de cerrar los últimos diez años de mi vida. Una súper producción, el post de posts, el texto de textos, la guía definitiva para cumplir 31 años sin lágrimas, nostalgia o anhelos de un pasado extinto.

Contaría en ese texto cuánto he amado estos años, qué tan feliz he sido y cuánto he llorado, describiría algunos viajes y ciertas mañanas con tanto detalle que te sentirías ahí y me sentiría ahí de vuelta yo también, exploraría los recovecos del amor y la decadencia, escribiría sesudas reflexiones sobre la imposibilidad de amar para luego refutarlas con textos graciosos sobre los amores imposibles y apasionados...

Yo, ligando

Pero no va a salirme. Y está bien. No voy a poder porque soy otra persona y porque todo lo que hemos sido, aunque lo hayamos sido plenamente, lo fuimos antes. La vida es como el mar, ¿sabías? Si le pides que te traiga algo, te lo trae pero luego te lo quita, y a veces te lo trae de vuelta pero te lo vuelve a quitar; siento la vida como un fluir constante, como algo que va y viene pero no se detendría aunque quisieras amarrarla con todas tus fuerzas.

Vendrán otros textos, otros blogs con otro diseño, otro estilo y otros temas, pero no volverá El Vampiro Tropical del Futuro. Si algún alma se aparece por aquí alguna vez, le encargo cuidar al gatito que sigue viviendo en la esquina superior izquierda; es una ficción pero tiene sentimientos y merece atención, amor y apapachos.

****


TODO ESTÁ CONECTADO HERMANOS

El Internet es infinito y quizá sea eterno, como la Creación - que no el universo, que es finito y va a morirse - así que termino dándote las gracias a ti, el lector misterioso que llegó por alguna razón que no puedo adivinar.

Gracias por pasear aquí y gracias por leer algo de lo que puse. Espero que te haya dejado algún sentir, espero que no sea un sentir desagradable, y quiero decirte que no te conozco, que no me conoces, pero si te da por visitar lugares extraños en la Internet tenemos cosas en común y nos toca seguir escribiendo textos, editando imágenes, alimentando un monstruo efímero pero bellísimo porque lo armamos con nuestras vidas, con nuestros sentimientos y con nuestro tiempo, todo a cambio de nada más que el gusto de haberlo hecho.

Porque se dice que estos textos son inútiles, pero inútil es hasta la vida humana más ilustre en la amplia rueda de los tiempos y, a fin de cuentas, un día todo podría volver a donde estaba, en otro universo, en otro planeta, en otra vida. Yo creo que todo regresa, que el tiempo da vueltas, que esto lo hemos vivido ya una vez y volveremos a vivirlo en otra, que cuando tomas en cuenta el número infinito de universos, es perfectamente razonable suponer que la sucesión imposible de partículas que te trajo al momento en que lees estas líneas, que yo escribí, se repita.

Existe, en algún cosmos, un planeta donde hay vampiros; entre ellos algunos tocan música; entre ellos alguno toca temas tropicales. Y si dijeras que no, si te cerraras a esa verdad plena, te contestaría que eres solo polvo de estrellas configurado para amar, desarrollar delirios de grandeza y tener un desproporcionado sentido de la importancia. ¿Cómo sabes que no vamos a volver? ¿Cómo sabes lo que hay en los demás universos? ¿Qué tanto sabes, realmente?

Y así, por última vez, el autor usa su cierre favorito, el circular.