19 de octubre de 2010

...eh kills aleins...

No sé cómo empieza el sueño, pero de repente estoy intentando escapar de algo que sólo pueden ser zombies. Pero todo es como un videojuego, así que si intento salvar a un niño (¿o niña?) del otro lado de una pared de ladrillos grises pero me caigo, vuelvo a empezar. Me quedé atorado en un loop muy molesto, que se hubiera convertido en pesadilla si no hubiera aparecido de repente un rifle de francotirador con ocho balas (luego aparecieron más, así que en vez de salvar al niño me dediqué un rato a recoger municiones, uno nunca sabe con los zombies), aunque al parecer dispararles no fue buena idea porque de repente estaba escapando de ellos.

Todo hubiera acabado muy mal si no hubieran aparecido de repente unas naves extraterrestres con plataformas y ametralladoras en los lados. No sé a dónde se fueron los extraterrestres pero yo estaba muy contento masacrando a los zombies, que para entonces ya se habían convertido en monstruos de película de terror; yo sabía que daban muchísimo miedo pero me sentía seguro en mi ovni morado: desde el cielo, todos los zombies te la pelan.

Luego estoy de vuelta en el principio, sólo que descubro que había otra ruta: en vez de brincar las paredes puedo bajar por una escalera negra y recoger al niño. Los zombies, que para entonces ya se sentían como extraterrestres, nos persiguen.

Ya no sé qué pasó después, pero el sueño prueba:

a) Que ando tan impresionable que la sola mención de la idea de apocalipsis-zombie- extraterrestre me hizo soñar cosas raras.

b) Que "veo mucha tele".

c) ¿Quién es Steven Spielberg? NADIE.

Me la pasé muy bien. Ahora veamos si le puedo agregar dinosaurios a la producción.

Hell yeah, Jesus!

7 de octubre de 2010

Berenice

Antes, Lilián, de resolver el espinoso asunto de la humillación, tengo que resolver el asunto del primer amor, que me lleva inevitablemte a uno de los temas que jamás ha sido tratado en mi blog ni en mi Twitter, a pesar de ser la base de todo morbo y toda fama internética. Fácil, lo que se dice facilísimo, hubiera sido disertar sobre la decadencia de los protones en el átomo del último elemento de la tabla periódica.

Porque el amor es un tema imposible para alguien que ha cambiado la interacción humana por las lámparas de lava y cuya idea de "noche loca" implica, a últimas fechas, quedarse hasta las cinco de la mañana fumando y jugando Halo: Reach (en tal estado de euforia, la sangre azul de los covenant adquiere tonalidades románticas, y la idea de un planeta cuya luna tiene anillos y está bien grandota y bien bonita y todo para qué si de todos modos nos vamos a morir glasseados como pinchurrientos roles de canela... esteee, sí).

Puedo escribir los versos más tristes esta noche con todas las cosas que nunca hice por siempre estar un paso atrás de las mujeres.

Me acuerdo mucho de Berenice. Le decían "La Muerta" porque tenía la cintura muy delgada y las caderas muy anchas, era muy blanca y tenía unos ojos negros enormes, maquillados al estilo darketo. Tenía el cabello lacio, negro y largo. Era delgada y tenía una voz dulce y rasposa, como de actriz porno vacacionando en Zihuatanejo. Y usaba los pantalones pegadísimos y medio caídos, y las playeras cortas para siempre enseñar el ombligo.

Me saludó un día que iba caminando a mi casa. Recuerdo perfectamente que me dijo algo como "hola" para preguntarme cómo me llamaba. No supe qué hacer y después de presentarme me fui a mi casa, pero desde entonces ya no caminaba por el fraccionamiento sin buscarla. Me desviaba para dar con ella, y eventualmente la volví a encontrar.

Nunca sabía que decirle, pero era bella y me gustaba mucho acompañarla.

Pero La Muerta fumaba mota. Sólo la acompañé una vez atrás de las canchas, con los demás mariguanos. Estaba muy oscuro y sólo se escuchaba como encendían el churro, lo inhalaban y lo exhalaban. A esa edad me pareció una escena terrible; me espantó muchísimo juntarme con la gente mala (sí, sí, la putísima, jodidísima, hija de su rechingada madre ironía de mierda. Me hace sentirme la víctima más patética de la guerra contra las drogas). Desde entonces me preocupó muchísimo juntarme con ella, y las cosas cambiaron porque empecé a evitarla. Pero esa no es la humillación fundacional, porque estaba tan bonita que supongo que de alguna adolescente manera quería rescatarla del vicio.

Mi humillación siempre ha sido interna y silenciosa. No tengo momentos de comedia romántica, en que me vacio una bolsa de estiércol en la cabeza, todas ríen y me voy llorando a mi casa; pero la vida me levanta y me quedo con la capitana del equipo de porristas. Resulta que Berenice, además de ser la mujer más guapa de la colonia, era la mujer más fácil de la colonia. Pero yo nunca comprobé los rumores, porque el día que me dijo que no llevaba ropa interior y necesitaba que le prestara mi cinturón... pues le presté mi cinturón, paseamos por las zonas más solas y oscuras del fraccionamiento y la dejé en la puerta de su casa.

No saber qué hacer me hizo sentir tan mal que dejé de buscarla en mis paseos por el fraccionamiento. Así que ya no la vi. Ni siquiera para recuperar mi cinturón, yendo a su casa, que sabía exactamente cuál era.

Varios años después me la encontré en el camión rumbo a la prepa. Igualita. La cara un poco más demacrada, pero hasta se vestía igual. La vi desde el momento en que se subió hasta el momento en que se bajó, y estaba seguro de que me recordaba y podía ir a saludarla. Hubiera sido muy fácil no ir un día a la escuela para seguirla a donde fuera, ahora que eramos más grandes y nuestros paseos podían llevarnos mucho más allá del fraccionamiento.

El momento más humillante frente a mi primer amor fue cuando se bajó del camión, viéndome de reojo, y no hice nada.

Nunca la volví a ver y estoy seguro de que eso afectó mi autoestima para siempre, porque esa misma escena me ha perseguido desde entonces, repitiéndose de cierta manera con todas las mujeres que me han gustado; tantas veces que ya es imposible que no sea yo quien lo provoque.

Esa es, Lilián, la vergüenza más grande cometida frente a mi primer amor, y su triste repercusión en mi muy triste autoestima. Nada me avergonzó más que no levantarme a saludar a Berenice porque la gente esperaba de mí que fuera el mejor de la clase y el ejemplo para todos y el chico más inteligente de la prepa. Pero, sobre todo, porque tenía miedo de no saber qué hacer otra vez.

Y por cosas como esta tenía yo un blog anónimo que se perdió, y por cosas como esta quizá no vuelva a pedir tema por Twitter*. Tanta sinceridad, dicen, debería de estar prohibida.

*Nocierto. Sí lo vuelvo a hacer. Tengo que hacer el drama porque me avergüenza, también, tanta sinceridad en este blog de relatos estrafalarios.

11 de septiembre de 2010

Más vueltas

Dejé los tenis mojados secándose adentro del cuarto y cuando entré apestaba tanto que se sentía el sabor. Pero en ese momento no sabía de dónde venía el hedor y olí todo en el cuarto, me tardé un rato en ver que eran los malditos tenis rojos los que olían a pasto mojado. Ahora simplemente escribo, mientras platico con alguien sobre las escoltas de las primarias y cómo los dos estuvimos en una. Era algo muy emocionante, sobre todo en una fantástica ciudad de liberales y comecuras, llena de héroes y esas cosas que te vuelven amante de las historias y los que las cuentan. Tan 1984 y tan lindo. Luego hablamos de que por qué tan a la defensiva, pero eso no sigue en este post.

Sigue, por ejemplo, que tengo mucho frío y busco desesperadamente boletos para los Pixies. No me sé sus nombres y me vale madres de qué ciudad sean, pero me gusta mucho su música. Siempre la escucho. Últimamente no, pero para ya no chotearlos más. Me importan muchísimo. Así que si tienen un revendedor, pues rólenlo.

La idea del tren de pensamiento está mal, a menos que sea un tren de esos hipotéticos, onda experimento mental de Einstein; el tren que va a muchas galaxias al mismo tiempo para probar hipótesis loquísimas: somos puré atrapado entre los pliegues de un universo de hipopótamos. El punto es que no es un tren de pensamiento sino un internet de pensamiento, la esa red que va y viene cada vez a más lugares, todos al mismo tiempo, con lo mejor y lo peor de nostros en una orgía anárquica. Un internet de pensamiento, entonces.

Voy por choco krispis. ¿Cómo le hace uno para que choko krispis le pague por decir que va por choko crispis? Lástima que van a saber medio mal, qué con toda la peste del cuarto.

Me gusta, siempre, ante todo, el círculo. Porque es como la vida: no deja de regresarte su hedor pero te maravilla verla dando vueltas.

Goeeeeei.

6 de septiembre de 2010

@Profeta

En aquellos tiempos empezará bien cagado. Magdalena, bastante aburrida, creerá buena idea tuitear que OMG los extraterrestres!!1! Dos amigos entenderán la broma y agregarán que un auto, que en la carretera, que el bosque y los rayos verdes y todo lo demás. Otros ociosos dirán que las naves, el humo negro, las venusinas colegialas insaciables.
La inteligencia colectiva, zumbando, alimentará la Guerra de los Mundos Posmo por un ratito. Como son listos y les gusta identificarse, agregarán los tripiés al cuento. Alguien notará que un tripié está pimpeado, los extraterrestres llegaron bailando cha cha cha, los tripiés son imposibles por naturaleza...

No importa.

En otro extremo, Marcos verá un tuit y reaccionará asustadísimo. Sus amigos le dirán idiota, se pondrán a buscar y verán la primera historia: un auto en la carretera es desintegrado por un rayo verde, sus pasajeros se evaporan en un humo negro.
No, no pinches mames. No puede ser.

OMG los extraterrestres !!1!

Bastará un reportero con cuenta en twitter, vejez y mucha iniciativa, para que la historia se dé por buena en el portal de un periódico. Lo leí en internet. Debe de ser cierto. La gente correrá gritando, arrancándose los cabellos, rasgándose las vestiduras porque el fin ha llegado, el fin monta en tres pies y blande un rayo verde que te transforma en humo negro.

Algunos cuantos, los menos, lo observarán desde la ventana para tuitear al respecto. Y en verdad os digo que el día llegará, pues tal es el paraíso de los ñoños.

1 de septiembre de 2010

Aegri insomnia

Me gustaría, a veces, que me diagnosticaran una enfermedad mental grave. Lo ideal sería una que haya crecido conmigo. Perdería automáticamente toda responsabilidad futura o retroactiva. Libertad por decreto del psiquiatra. Fiesta en mi casa, ahora.

Una parte de mí, que nunca regresó de ningún lado, siente que la vida no vale la pena si no se puede ver el mar todos los días. La parte que odia los horarios, el café de oficina, el metrobús, internet, a la gente, siente que todo está mal. Todos estamos mal y es muy obvio, pero es tan cliché que nadie lo dice. Nadie quiere sentirse mal dándose cuenta de que no hay salida y bla bla bla. Si es cliché, a lo mejor es porque todos lo saben.

Supongo que es idiota pensar en esas cosas (y lo es, como lo sería escribir de ellas cuando hay tantas playas y mujeres esperando un autor aburrido) y luego pienso que mañana o pasado o después todo tendrá sentido de la manera "te vas a reír de esto"; pero sin dejar de repetir todo el tiempo que no puede ser tan fácil, nada es tan fácil como irse a vivir a una isla vendiendo artesanías y ácidos, como si la gente civilizada no necesitara computadoras y pokemones.

¿O sí es tan fácil? Diooos, necesito dormir más.

16 de agosto de 2010

Hipervínculos

Paso 1 (visuointeractiva): Click para hacer la imagen grande y fuerte.

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Paso 2 (hermenéutica):


Ella está, obviamente, nerviosa. Se nota en los "???", sin abrir pero cerrados tres veces. Típica colegiala en película de terror. Se dice desesperada por cerrar, pero dejó la entrada abierta. En el fondo, pero sobre todo en la cúspide, desea el abrazo del asesino.

Por eso está asustada. Le juró a Doña Magda que sabía preparar los dichosos cochinitos de piloncillo; la mosca muerta de Susanita no volvería a quedarse con todos los aplausos al final de la cena. Alfonso ya no le gritaría en el camino. "El postre. Un buen postre es un buen cierre, todos aplaudirán pensando en mí". No saber la receta, supuso, es algo insignificante en tiempos de internet. La Internet. LA. Gracias a ella aprendió a esconder los moretones y ahora un amigo invisible, en algún lugar, le daría la receta.

Se puso los lentes, se sentó con mucha seriedad y tecleando le preguntó a su nuevo amigo cómo se preparan los cochinitos. Fue muy específica con el lugar donde los venden. Simplemente no podía equivocarse otra vez.

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CAPS LOCK FURY. Comienza con mucha decisión (siempre imaginó que las personas inteligentes escriben haciendo mucho ruido en el teclado, trasladarlo a mayúsculas también para él era muy obvio y elegante). Sigue aceleradamente, no se detiene a recordar, sólo escribe los ingredientes, madres, cien gramos de carbonato, madres, medio de miel de piloncillo, la mezcla, sin amasar; como el idiota de martínez, imbécil perfumado que cree que sabe más que él, que con veinte años en la compañía es el único que se quedó, que se quedó por aprender a usar la computadora; es un mero as de las internets, versado en su épica, en sus memes, en sus jodidas reglas de ayudar al prójimo. Respiró un poco y pensó que quizá quien preguntó se lo agradecería: la receta de cochinitos de piloncillo que vende su esposa en el mercado de Texcoco. Sonrió (poquito, como los hombres y los americanistas) cuando vió que el enojo lo hizo empezar con CAPS LOCK FURY. "Bah, si es mujer a lo mejor le gusta que le hablen así, golpeado".

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Muchas gracias a Amiguiz que me dijo que los cochinitos de piloncillo. Son ricos.

Exhibit A: ñam.

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Ya me acordé. Lo de los amigos invisibles es la banda pero también lo había escuchado en otra parte. En una entrevista que le hicieron a Borges. El video no tiene tantita madre y está aquí.

15 de agosto de 2010

Old meme is old

Es curioso. Dicen que quienes entran a esto de las internets están buscando escapar de la vida, pero la vida, la muy perra, te alcanza a donde quiera que vayas. Entraste como seudónimo, pero eventualmente tu nombre te alcanzó. Hasta la mascota de los vecinos está maravillada por lo que vienen siendo las redes sociales y ya no sabes qué hacer para evitar que tu pariente la insoportable te pregunte por qué no la aceptas en el Facebook. Es curioso que alguna vez hayamos pensado que algo tan emocionante, tan humano y tan vida era sólo para nosotros.

Newfags.

21 de julio de 2010

México está, amenazado por el fenómeno selling

María Martínez de Sotheby, directora de la Organización Alternativa Por Un México Alterno, alertó sobre lo que es el fenómeno del selling y su impacto en México. "El selling es ya un problema en otras partes del mundo, como Estados Unidos y Europa, y nos preocupa que ninguna autoridad en México hace nada para detenerlo", afirmó.

El selling, fenómeno que nunca había sido descrito por la ciencia, es el acto por el que personas intercambian dinero por mercancías. "Nos preocupa que se esté usando dinero, poniendole valor a las cosas, acabando con las tradiciones mexicanas, atacando a la democracia", declaró Martínez.

Llegando sentándose, la experta explicando dio cifras contundentes: "según una encuesta, al menos 85% de los mexicanos realiza el selling. Si no le ponemos un alto, pronto será un fenómeno tan generalizado que la gente acabará con el medioambiente". El 'medioambiente', explicó la experta, es calentado globalmente por el selling.

Según Internet, el selling es un tema urgente que adolece de soluciones prontas. "Se requiere acción urgente y decidida del gobierno, en especial del presidente Calderón, para atacar un problema tan grave", declaró Miguel Sotheby, experto en psicología del 'medioambiente' por la Universidad de Icanhaz en Hamburgo.

"Yo cambio constantemente dinero por mercancias pero no sabia que era problema", escribió @Sparky_mx22 en su Twitter, red social donde el selling ya es todo un fenómeno. Por dos horas el tag #dinoalselling estuvo entre los trending topics mexicanos. "Yo digo no al selling escribiendo #dinoalselling", escribió el experto sociólogo @expertosociologo en su cuenta.

"Lo único que queremos es que la gente y las autoridades tomen conciencia", concluyó Sotheby. "De lo contrario, todo estará perdido y no habrá marcha atrás".

Ah, el estío, con su belleza, con su humedad, con su pinche, pinche tráfico

Iba a escribir algo, pero estuve tres horas atrapado en el tradicional tráfico veraniego(tránsito ya fue, sobre todo porque no inspira el terror religioso de tráficoUUUH!)). Sería una anécdota interesante pero requiere mucho trabajo: me dijeron "ven a Polanco" y fui, y llegué, y no había nadie, y tuve que regresarme por el mismo tráfico por el que llegue.

Al contrario de mejores épocas, en verano los coches van y vienen en el mismo volúmen por los dos lados de periférico. Ya no es como cuando si te toca tráfico para arriba no te toca para abajo, ahora es parejo como la lluvia.

Pero valió la pena porque mientras estaba atrapado entre los autos y las ya muy horribles estaciones de radio (¿no se supone que tendría que ser más música y menos plática sobre las vidas de sus gatitos?) tuve tiempo para pensar en un descubrimiento que también tiene que ver con los coches. Los estacionamientos de la asquerosa Ciudad de México rompen al menos una ley económica. Podría pensarse que en estacionamientos de tres pisos, donde es más rápido bajar o subir al siguiente que dar tres vueltas en el piso al que se llega desde la calle hasta que se libere un lugar, y donde siempre están vacíos el segundo y tercer nivel, la gente se dirigiría más pronto a los segundos y terceros pisos. ¿Por qué dar cinco vueltas en el primero si sólo hay que bajar al segundo? Parece ser que la gente no sigue la elección más racional sino que insiste e insiste en atascar el primer piso, aunque se tarde diez minutos en dar con un lugar.

Alguien con más tiempo puede hacer sesudas reflexiones sobre el carácter nacional y su relación con el estancamiento económico, político y social. Yo sólo presumo la prueba científica de que los automovilistas de la ciudad son completamente irracionales.

19 de julio de 2010

Morenaza al óleo

Pensé que un dálmata en los pasillos de un mini súper con dos cajas y cuatro pasillos no podía ser algo tan malo. Un poco extraño sí, pero qué podía pasar. Los perros son últimamente muy domesticados; saben sentarse, comen tocino para que les brille el pelo, tienen humanos que les recogen la mierda con mucho cuidado y han perdido todo instinto más o menos animal. En vez de los adorables perros de la tele, en la calle sólo quedan animalitos de fondo de videojuego. Babean, se sientan y sólo los notan quienes ya se aburrieron de lo demás. Son, pobrecitos, un triunfo de la civilización.

Tristemente para la chica de la minifalda, que ya desde entonces acaparaba la atención de toda la fila, nadie ha puesto tanto esmero en domesticar a las niñas. Todos anticipamos lo que la chamaca haría con el cortauñas, pero era tan obvio que todos asumimos que otro le avisaría a la mamá...

El perro salió chillando, la chica de la minifalda se fue de espaldas, los cajeros no sabían que hacer y el gerente salió de su bodega para cruzar los brazos y dar órdenes en actitud de jefe de mini súper. Los viejitos empaca bolsas se reían como si fuera día de quincena en 1920 y todos los hombres de la fila ayudaban a la chica de la minifalda a recoger los libros de la escuela. Sólo uno, algo sobre arquitectura escandinava, se salvó del aceite de oliva. La pobre chica peleaba con el perro un estuche de lápices huichol cuando la mamá pegó un grito espantoso.

Como nadie le hacía caso (lo genial de la minifalda era que tenía cuadritos como de colegiala), la niña mordió al perro. El pobre animal, vergüenza de sus antepasados salvajes, prefirió correr al pasillo de panes y mermeladas que darle a la niña una mordida para quitarle por siempre lo maleducada.

El dueño, que primero hizo como que el perro no era suyo pero lo aceptó cuando la cajera lo señaló agitando el brazo (la chica de la minifalda se le acercó para regañarlo con delicioso tono y vocabulario de verdulera condechi), hubiera calmado al perro si el de seguridad no lo hubiera agarrado "para prevenir de que se vaya sin pagar, jefe".

La chica de minifalda empezó a llorar del coraje, la niña gritaba porque no tiene ni un año, el perro las acompañaba con ladridos ya libres de cultura y los de seguridad tuvieron que quitar las caras de no me pagan lo suficiente para acercarse a hacer como que les importaba que el perro tirara dos o tres o veinte envases de mayonesa.

Todo terminó muy aburrido. El dueño se zafó del vigilante, fue por el perro, agarró del estante un tendedero amarillo y, ahora sí, amarró al animalito a un árbol de afuera de la tienda. Nada sagaces, todos en el minisúper siguieron al dueño del dálmata con la mirada mientras se lo llevaban a un cuartito, muy agradecidos por el perro, el aceite de oliva y la minifalda.

Cuando volteé a buscarla ya estaba llorando abrazada de un viejito empaca bolsas, que tenía cara de al fin haber encontrado el mejor trabajo de su vida.

15 de julio de 2010

Ad libitum

Como no estoy escribiendo la tesis, me dedico a cosas como pensar en su dedicatoria.

Es curiosamente más difícil de lo que parecía. Empiezas con algo convencional: A mis padres. Son mis padres y deben de estar ahí, evidentemente. Es la dedicatoria que todos quieren poner, por eso nadie la usa. A mis padres y amigos. Lo interesante es que conforme abres el círculo empiezas a notar gente del otro lado. Los invitas a pasar, por qué no. Después de todo, es jueves. "A mis padres y amigos, en especial a la gente de la secundaria". No, falta. "A mis padres, abuelos, amigos (todos) y Rocky, que observa desde el cielo de los peces japoneses"...

Empeorado todo, te saboteas a ti mismo: "A todos". Es la verdad, pero a nadie le gusta que se la digan. La tesis, después de todo, es un ejercicio básicamente rollero. Lo sabes tú, lo sabe tu asesor, lo sabe el director. Lo sabe EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA. Pero nadie dice la verdad y todos estamos muy contentos.

"Tú sabes quien eres. Gracias". La buena teoría del discurso. Nada más cumplidor y académico que usar la trampa mortal de la segunda persona del singular. Tú, el lector, sabes que lo nuestro es de dos. Tú y yo. Nosotros, con los demás afuera. Lo sabían los sucios franceses, incapaces por pura vanidad de explicar algo directamente. Los espíritus de cientos de alumnos reprobados en todo el mundo claman tu nombre (¡¡¡¡¡LUUUIIIIIIIIIIIIIS!!!), te recuerdan haber jurado odio eterno contra Lacan; decides no caer tan bajo como los putísimos franceses (jiji) .

Te dices que nunca te rebajarás a su nivel, escribiendo para confundir y deslumbrar a sus alumnos. Te sabes mejor que ellos. Moralmente superior. Chingón.
Piensas que has creado el pretexto perfecto para no hacer la tesis.
CONCLUSIÓN: no hacer la tesis te hace mejor persona.
Denme el Nóbel, por favor. No se hubieran molestado.

Tres cervezas después te das cuenta de que todo es mentira y tu amor por los académicos es conocido. Pero ya estás demasiado borracho para hacer la tesis. El remordimiento te hace intentarlo, así que empiezas por el principio: las dedicatorias. "A Polo Polo, que me enseñó la belleza del lenguaje". Cierto, pero nadie va a creer que es verdad. "A los blogs, por ser chidos". No. "Mitchell, an hero to me". Te mueres por hacerlo. For them. For teh lulz. Pero no. "A aquella mañana del 97". Misterioso. Pero en tu cabeza suena con acento argentino y saca de onda. Tampoco.

Todo valió muy madres. Pero te salvaste de la tesis otra vez, y eso merece una cerveza.

14 de julio de 2010

FW:

Querido señor:
Le escribo de parte de la Asociación Mexicana de la Cucaracha, A. C.

Sé que el nombre le ha causado sorpresa, así que iré al grano.

La cucaracha es uno de los animales más bellos que creó Dios Nuestro Señor y usted lo trata como si fuera un sucio insecto. ¿Sabe usted que cuando la guerra nuclear (provocada por la ira de Dios Nuestro Señor) acabe con la humanidad para llevar a los justos Allá Donde Nunca Faltan La Luz y El Agua, la cucaracha se salvará para repoblar el planeta?

Abusar y matar a tan buena bestia, buen señor, no es conveniente para usted y sus seres queridos. Porque cuando Dios Nuestro Señor apriete El Botón Rojo, será de la cucaracha el porvenir. Un día las cucarachas, tras su largo peregrinar por el sendero de los tiempos, viendo un sol más radioactivo y esponjoso, hastiadas de comer azúcar, mirarán con curiosidad nuestras ruinas.

Tras las investigaciones, naturales a alguien de su ingenio, descubrirán una lata de insecticida.

¿Se da cuenta, buen señor? Vilipendiados, dejaremos de ser sus precursores, sus dioses. Nos sabrán viles, desalmados, incapaces de toda bondad: cucarachas (ajenos a nuestra imagen, nos piensan de seis patas y dos antenas; efecto natural del tiempo, usted no sabe bien cómo se veían Nuestros Precursores, buen señor). Nos desterrarán de los templos.

Dejarán de adorarnos, y nuestros cuerpos Allá Donde No Falta La Luz Ni El Agua pasarán hambre, y frío, y no tendrán internet para tuitear sus penas.

Por eso, buen señor, le pido en nombre de Aquél Cuyo Ojo No Deja De Juzgar, Nunca, que deposite dinero a la cuenta 326 de la sucursal 897 de Banamex. Es para una buena causa, la mejor de todas: la divinidad, perpetua, del ser humano.

Gracias. No olvide reenvíar este mensaje a todos los suyos. Queda de usted la Asociación Mexicana de la Cucaracha, A. C.

Lo estamos observando. Siempre.





El spam ya no es lo que era.


22 de junio de 2010

Si hubiera parque...

Casi a la hora de la comida, salí del despacho de mi abuelo con la mochila azul que todavía dice "T.Q.M. Pedro Luis", el espantoso uniforme azul del Carlos Gracida y unos tenis grises manchados de Coca Cola. El camión costaba $1.40 (los choferes, por supuesto, nunca traían cambio para que el camión costara $1.50) y pasaba todo el tiempo en Crespo, pero cada 20 minutos en Independencia. Meditabundo y desveladísimo, fui a Independencia.
Junto a la gasolinería vi un puesto vendiendo playeras de México. No pude soportarlo.

En ese entonces las cosas me importaban de verdad; en ese entonces México le ganó a mi equipo favorito de Francia 98, en ese entonces vi la victoria contra Ecuador junto a la única mujer perfectamente bella que he conocido, en ese entonces Italia le sacó un empate a México en la preparatoria donde las mujeres colgaban mantas con mi nombre. En ese preciso momento, viendo la playera de México en remate, me prometí que nunca, jamás, volvería a creer en algo tan estúpido como la selección mexicana. "Los imbéciles como yo, tan tristes como si alguien se les hubiera vuelto a morir".

De todo lo que llevaba ese día, me queda la mochila azul. Nunca la tiré porque, con corrector, alguien me quería mucho. La mochila se había vuelto un símbolo de que no vale la pena emocionarse por nada y la mejor vida está rodeada por videojuegos, computadoras y libros; lo más lejos que se pueda de las mujeres que cuelgan mantas con tu nombre sólo para acercarse a tu mejor amigo.

La vida plena de paz no incluye al futbol. Por eso, cuando 8 años después me harté de mi vida sin sobresaltos, quise que regresara el futbol. La pequeña posibilidad de que México haga algo grande justifica el riesgo de volver a decepcionarme, me repetí hasta crear una fe artificial y desesperada. Fui a todos los juegos en el Azteca, me aprendí los nombres de los jugadores, me puse la verde.

Hoy, contra Uruguay, México perdió con Estados Unidos. Ahora sé que el domingo se va del mundial, con la certeza de que la mujer más guapa de la fiesta nunca me haría caso.

Presiento un nuevo aprendizaje en todo esto, pero estoy muy confundido para comprenderlo.

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Sigo pensando que los narcos amenazando al Messi son una opción viable; banda: Nortec Collective - Akai 47
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5 de junio de 2010

Gratis con moderado riesgo de violación

Im-pro-vi-sa-ción. Es más o menos sencillo, se dice lo que se piensa y se pone en letras y todo es inesperado y novedoso. Es como ver fluir una mente. Las mentes, por cierto, no son como texto sino como hipertexto: ¿lo has pensado? Porque una idea lleva a cientos de ideas distintas, todas conectadas; es posible regresar indefinidamente hacia momentos maravillosamente privados y olvidados.

Recuerdo, por ejemplo, que la primera lámpara que tuve no sirvió para nada. Parpadeaba; en vez de mejorar la lectura la hacía imposible. Los parpadeos, sin embargo, eran poco junto a la luz estroboscópica de los raves en Oaxaca. Grandes raves, en Oaxaca. Se llenaban con gente de todas las escuelas, y por todas las escuelas quiero enumerar a la multitud de tipos raros que hay en Oaxaca (que por eso es, como, bien onda, está en México y todas partes al mismo tiempo): había estudiantes de arte cumpliendo el estereotipo, estudiantes de español hablandou como así de dame drougas amigou, señores pedófilos que le daban alcohol y recetas médicas (era dentista; los valientes aprendieron a sacarle suficientes cervezas gratis, aunque respetando siempre La Regla: no más de tres, jamás) a adolescentes que escucharon demasiadas veces Special K, gente común y corriente parpadeando entre la música. Estabas en una película, a velocidad reducida. La vida a 12 fps. Artificial y bello, como nuestros tiempos.
Las luces también parpadean en la playa. Mientras suena el mar. Eventualmente, todos mis recuerdos acaban en el mar. Tengo más recuerdos felices junto al mar que junto a todas las mujeres que he conocido. Quizá cuando sea más viejo cambie la proporción, pero por lo pronto pienso en olas y se me va.

Recuerdo, con muchísimo esfuerzo, la primera vez que fui al mar. Había playas, sándwiches de jamón con mostaza y mayonesa; extraños. Había un río con ajolotes. Alguna otra ocasión, en algún lugar de Oaxaca donde se cultivan mangos, hay un río igual. Cientos de ajolotes escurriéndose entre mis pies. Enterré a algunos en la arena, porque los niños son crueles con la naturaleza. Por eso crecen para convertirse en hippies abraza árboles que van al Starbucks de Tamaulipas. (Al que, oh pinche ironía de la vida, ahora voy todo el tiempo. Envídienme, necesito atención).

Pero los ajolotes en la arena. Muriendo lentamente mientras los miro con la curiosidad insensible de un científico taxidermista. Me siento mal porque creo que me sentía bien. Remordimiento. Todo da vueltas sobre el remordimiento. En este momento las memorias se vuelven tan personales que hay que terminarse otra cerveza. Repita hasta el cansancio, asómese al fondo de adentro. Improvise con pasión. Rinse, repeat, y así.

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Esta, por cierto, es la canción que sonó "mi primera vez". Me pone sentimental como colegiala del San Felipe, tú: VNV Nation - Dark Angel (Gabriel)
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3 de febrero de 2010

Bering (esquina con Insurgentes)

Imagino a nuestros ancestros, cargando penosamente sus provisiones y los restos de sus ancestros por la tundra interminable. No todos llegarían al otro lado del estrecho. Pero ellos, los caídos, serían los ganadores del cuento. Porque no tuvieron que chingarse caminando no-sé-cuántos-mil pasos de mamut lanudo (el lector avispado recordará que era imposible que hubiera kilómetros entonces: todavía no se inventaba el griego) cargando la herencia de la tribu.

Desde que llegué a México (conocido por los nativos como DF, porque las abreviaturas les hacen sentir que van a llegar más rápido a donde sea que van corriendo y tarde) me he cambiado por lo menos seis veces de casa. Quisiera hacer un ensayo mamón-jocoso al respecto, del estilo "Fenomenología de leer en el baño", pero las mudanzas sólo me inspiran una chingada ira cazadora-recolectora.

Las cajas. La cinta canela. Deshacer la cama, empacar la cama, desempacar la cama, rehacer la cama. El putísimo librero: horas clasificando a los autores por género, número, nacionalidad, afinidad ideológica, color del atardecer del día en que nacieron (pista: Weber va entre Cicerón y Los mejores chistes de Polo Polo, volúmen 6); todo ido al quinto carajo cuando un frenón inoportuno revuelve las cajas con las macetas y los envases de mayonesa y mostaza que todavía tenían.

En esos momentos siento la ira de generaciones de humanos que se han chingado cargando la herencia de la tribu por kilómetros (aquí el autor avispado hace una referencia jocosa a que ya se inventó el griego y prepara su cierre favorito, el circular) y me enojo tanto que aviento la otra herencia de la tribu, los buenos modales, a la quinta chingada.

Pero todo es en vano. Malhaya sea la hora en que a mi ancestro no se lo chingaron unos chingados mamuts asesinos con dientes de chingado sable. Chingao.

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Música para desayunar mamut: Therion - The wild hunt
via FoxyTunes

2 de febrero de 2010

Al Primer Chaparrito de la Nación

...o a quien corresponda:

Quiero que me mientas. O me digas la verdad. Quiero que me mientas tan bien que no me quede más que creerte.

Quiero que lo repitas mil veces, hasta que no me quede de otra.

Porque tengo una vocecita en la cabeza que cada día grita más fuerte, y me molesta muchísimo. Desde el lunes, cuando me enteré bien de todo, no me deja en paz. Ya no puedo ver el futbol, buscar imágenes de Lost, enojarme porque la radio sólo habla de Cabañas. Me interrumpe en los momentos más incómodos, como el niño que le grita "gorda asquerosa" a la tía gorda y asquerosa que todos llamamos "la gordis".

Así que (como, con la pena, pedirte resolver el problema es como pedirle a los perros que no se caguen en la calle), sólo quiero que me dores la píldora. Está en tus manos: repite miles de veces, ante todos los micrófonos de todos los noticiarios de todo el mundo, que lo que pasó en Ciudad Juárez fue otro ajuste de cuentas.

Dime que no fue un acto de crueldad al azar, que esa fiesta en que todos los muchachos estaban en el rango de edad de todos mis hermanos era una orgía de criminales.

Dime que fueron otros criminales los que los mataron, dime que se lo merecían.

Porque la alternativa es pensar que los narcos de Ciudad Juárez mataron a inocentes. Que, contra lo que todos nos repetimos mientras nos enteramos de las noticias en la mañana, no sólo mueren criminales.

La alternativa es salir de la burbuja de indiferencia en que vivo. Caer en el espanto. Sentir misericordia ante los encabezados. Preguntarme cuántos inocentes murieron antes de que la catástrofe fuera tan evidente que ya no pudiera taparme los ojos.

Y no me gusta. Me incomoda muchísimo. Vivimos en una era de computadoras, de internet, de televisión, de mundiales de futbol y juegos de Zelda; pero no quiero que llegue el día que todos nuestros sedantes sean insuficientes.

Así que, por favor, dime la verdad o miénteme diez mil veces; pero dime que los jóvenes que asesinaron en Ciudad Juárez se lo merecían.

Por favor. No me rompas la burbuja.

(Por cierto, a mí ni me digan, yo voté por Kodos)