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El final de la historia sólo es referible en metáfora, ya que pasa en el reino de los cielos, donde no hay tiempo. Tal vez cabría decir que Felipe Calderón conversó con Dios y que Éste se interesa tan poco en diferencias políticas que lo tomó por Andrés Manuel. Ello, sin embargo, insinuaría una confusión de la mente divina. Más correcto es decir que en el paraíso, Felipe Calderón supo que para la insondable divinidad, él y Andrés Manuel López Obrador (el ortodoxo y el hereje, el aborrecedor y el aborrecido, el acusador y la víctima) formaban una sola persona.
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Este es el texto original. Perdón por faltarle al respeto, pero ps ya qué. Es fácil culpar de todo lo que pasó durante estos seis años a Felipe Calderón o a Andrés Manuel López Obrador, pero para mí siempre fueron dos caras de la misma moneda.